tribuna

Yo también tengo de eso

¿Qué pensará Putin sobre las palabras de Biden diciendo que estamos cada vez más cerca del Armagedón? ¿Creerá que va a debilitar la moral de la población rusa o por el contrario va a minar el espíritu de unidad de los europeos? Europa no anda muy uniforme en esto de la defensa de la democracia; al menos no todos los países defienden el mismo modelo ideológico. Por poner un ejemplo, en España no se vota igual que en Italia, Hungría, Polonia o Suecia. Incluso dentro del Gobierno de coalición no se está del todo de acuerdo en las medidas a emplear, y unos apuestan por la diplomacia mientras otros se alinean con la estrategia militar de la OTAN o con la política de sanciones. Ante este panorama de incertidumbres quién es capaz de atemorizar más a la población, ¿Putin con sus amenazas de utilizar todo el poder del que dispone o Biden dando saltitos mientras habla de la cercanía del Apocalipsis? Confieso que no lo sé. No soy experto en estas cosas. Solo soy un espectador atónito que ve el mundo a través de las imágenes que le ofrece la televisión: Veo a un anciano que se esfuerza en hacerse el joven mientras se cae de la bicicleta y a un megalómano que hace abluciones en el agua helada a la vez que se santigua. Con esto dos no creo que vayamos a llegar muy lejos. La guerra de Ucrania ha pasado a la contraofensiva por parte de Zelensky y cada día vemos cómo crece la mancha amarilla sobre el mapa del Este del país. La diferencia estriba en que Rusia recluta a jóvenes que no quieren ir a morir a los campos de batalla, y en el otro lado crece el ardor patriótico porque entienden el motivo y consideran que les merece la pena morir, aunque solo sea por mantener un espíritu numantino que les acredite como nación. Ante esta realidad, al ex miembro de la KGB no le queda otra que hacer alarde de su armamento especial. Entonces cada uno pone sobre la mesa lo que tiene, hace exhibición de sus juguetes mortíferos, y hasta Kim Jong-un lanza un misil que atraviesa Japón, el gran aliado asiático, junto con Corea del Sur, de los Estados Unidos. El norteamericano también asiste a la feria de lo que todos sabemos y compara la situación con la crisis de los misiles en Cuba durante los sesenta. Aquí se demuestra que la visión yanqui es comparativamente local, porque los ciudadanos sienten el peligro en tanto que lo tengan en las inmediaciones de Florida o relativamente alejado después de atravesar los océanos, como si Rusia estuviera en el otro lado del mundo y no a pocos kilómetros de una islita de Alaska. Tengo mis dudas de que este “yo también tengo” vaya a ser disuasorio, ni se relacione con ese espíritu de distensión obligada que provocaba la guerra fría. Más bien, aumentar el clima de amenaza tienda a fomentar la desmoralización de grandes masas de ciudadanos que no les va ni les viene el conflicto y que se aprestan a pasar un invierno frío y sin gas, aumentado por las imprevisiones del maldito cambio climático. No parece que esto ayude demasiado en esta Europa que siempre se verá metida en medio del bocadillo entre las dos formas de ver el mundo. Antes era el capitalismo y el comunismo, y ahora la fiebre religiosa conservadora de lo tradicional frente a las llamadas conquistas sociales del progresismo mas audaz. Aquí se defienden dos modelos de sociedad: uno que se corta el pelo en protesta por las pasadas de los ayatolas y otro que se insulta desde las ventanas de un Colegio Mayor. En medio un personaje caducado que se empeña en hacer ridículos amagos de footing ante otro que no logra engrandecer su figura, más bien pequeña, mientras atraviesa la gigantescas puertas doradas de un palacio obsoleto. Como siempre el bien contra el mal, o las distintas e irreconciliables formas que tiene el mundo de valorar ambos conceptos. La democracia consiste también en saber compaginar esas cuestiones, sobre todo en hacer desaparecer las fronteras entre lo que llamamos inclusión y exclusión, pero esa parte del manual todavía no la hemos estudiado bien, y así nos va. En el fondo nos estamos tirando los trapos a la cabeza por lo de toda la vida. Unos creen que tienen la verdad en el bolsillo y los otros también. En eso no hemos aprendido a respetarnos porque tratamos de imponer un orden moral por encima de la diversidad. Lo que ocurre entre Rusia y Occidente es lo mismo que está pasando en la política española y del planeta, y no nos damos cuenta.

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