Ahora la “autoridad” municipal se da cuenta de que el carnaval de Tenerife, que es el de Santa Cruz, no existe como celebración trasgresora y graciosa y que el modelo está acabado. Pues buenos mal, como repite el oxímoron del mago peludo, pronunciado durante años. Yo lo dije hace más de veinte, cuando presidí un jurado de murgas sin gracia, que cantaban para sí mismas, que no tenían ni pizca de picardía y que habían perdido todo su encanto, si es que alguna vez lo tuvieron. El carnaval de Santa Cruz hace tiempo que murió, víctima de sus repeticiones, de la aparición de los mismos personajes y de la poca originalidad de su programa. Y es preciso inventarse otro, que reúna nuevos números y que recupere la gracia, que es lo mínimo que se debe exigir a esta fiesta pagana, desinhibida, trasgresora y crítica, que beberían ser sus esencias principales. Porque esa fiesta, tal y como está concebida hoy, es un cadáver insepulto. Pero ya la “autoridad” municipal se ha dado cuenta y hasta lo declara en los periódicos, lo cual antañazo era tema vedado para no contrariar a murgas, comparsas y rondallas, que arrastran su aburrimiento por las calles de Santa Cruz sin solución de continuidad. Además de su ruido. Todo pasa de moda, sobre todo si no es capaz de ser renovado. El canarión tuvo un carnaval tardío, pero consiguió echarle la pata por encima al nuestro. Lo que pasa es que jamás le va a ganar en historia, pero puede que sí en gracia. En fin, me pondrán a parir, pero yo siempre he dicho lo que pienso y lo que pienso es lo que han leído. Hagan lo que quieran, que sigan las murgas cantando para sí mismas e imitando -mal- a Los Sabandeños. A mí, plim.