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Atrocidades

Se abandonan los ancianos en los hospitales; sencillamente, sus familiares no van a buscarlos cuando los dan de alta. Se lanzan cachorritos vivos a los contenedores. Se abandonan los perros al sol en las azoteas de Canarias, desnutridos y enfermos. ¿Y nos asombramos de las atrocidades que se cometen en la guerra de Ucrania? El vandalismo no está sólo en Ucrania, ni en las guerras en general, lo tenemos aquí, a la vuelta de la esquina, porque la incultura de Canarias también convierte a este pueblo en bárbaro. ¿Cómo es posible que no se atienda en casa a un familiar anciano, ni que se arbitren ayudas oficiales para que sean cuidados en sus domicilios, aliviando así de trabajo al sistema público de salud? Que se hurten de los presupuestos esas ayudas parece cosa de la Edad Media y no del siglo XXI, en el que en vez de hablar sólo de derechos debería también hablarse de deberes. Nos cansamos de reclamar, pero olvidamos lo básico: la caridad, la misericordia, el amor por los que lo han dado todo por su familia. ¿Qué hay que hacer, arrojar a los mayores por la Roca Tarpeya? ¿O seguir yendo a Las Cañadas para abandonar a los perritos que dejan los Reyes Magos en el zapato cuando mean los sillones o cagan en los rincones de la casa y dejan de ser novedad? ¿Qué pasa, que hemos perdido la decencia? El nivel cultural de un pueblo se mide por dos parámetros: la atención y el respeto a los ancianos, como ocurría, por cierto, en los pueblos primitivos, y el amor por los animales. Aquí se sigue maltratando a estos últimos en romerías, arrastres de ganado que no nos corresponden y abandonos en los contenedores. Pueblo de bárbaros. Qué pena, ¿no?

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