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Duelo en O.K. Corral

Pasó, lo han contado algunos medios. Un novio cabreado, a la vista de que dos colegas se metieron con su prometida, persiguió a estos últimos a caballo por las calles de Santa Úrsula, localidad norteña que no se había visto en otra. En un momento dado, se bajó el jinete de su montura con unos correajes en sus manos y arrinconó a uno de los rivales, pegando latigazos, más al aire que en los lomos del propio. No se habla de otra cosa en el pueblo, cuya tradición ecuestre es más bien escasa, pero a partir de ahora estoy seguro de que las productoras USA, que son muy suyas, vendrán a Santa Úrsula para filmar las películas del Oeste que procedan. No he querido molestar al alcalde, mi querido amigo el doctor Juan Manuel Acosta, para que me ampliara la información referida, aunque sí me han enviado un video en donde se ve al jinete, muy airado, cabalgar, cual John Wayne en busca de comanches, intentando localizar a los dos tipos que, según parece, molestaron a su prometida. Lo que nos faltaba son las persecuciones en corcel en busca de reparación de honores. Desconozco las identidades de los protagonistas y el grado de gravedad de la ofensa y de su réplica ecuestre, pero, coño, el Lejano Oeste estaba en las praderas de Oregón y en los valles de Montana, pero de un Far West en Santa Úrsula no sabía yo nada. No obstante, tampoco me sorprende el lance en el mundo en que vivimos, últimamente tan atribulado. Este duelo en O.K. Corral me hace insistir en el surrealismo de unas islas que ni siquiera existen, como he dicho alguna vez. Porque todas las islas de este archipiélago son territorios sucedáneos de San Borondón. Ni siquiera existe Santa Úrsula. Y perdona, alcalde.

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