Leo en la prensa -ay, mi madre- que Putin ha enviado a Ucrania otros 35.000 soldados, pero esta vez sacados de las cárceles de la Federación Rusa y adiestrados brevemente para la guerra. Digo brevemente porque la tropa enviada a los fríos de Ucrania se ha entrenado quince o veinte días y se compone de violadores, asesinos y ¡un caníbal! A los violadores y asesinos supongo que ya se encargarán los ucranianos de darles el matarile en el campo de batalla, pero cuidado con el caníbal, que circulará en la retaguardia comiéndose todo lo que encuentre. De vez en cuando, los periódicos nos sorprenden con noticias como la que nos ocupa. ¿Qué coño hace un caníbal en Ucrania? ¿Y qué hace Putin enviando a esa tropa de degenerados vestidos de soldados, que no tienen patria, ni dios, ni nada? Esos tipos, incluido el caníbal, son tan violentos que ni siquiera han recibido una formación militar seria, sino que serán enviados -cerce- a los lugares más peligrosos del campo de batalla. Cada vez que leo estas noticias sobre la pobre Ucrania me entra un escalofrío. Ese nuevo Hitler, sanguinario ex miembro del KGB, no tiene medida y por lo que observo le sobrevienen pensamientos locos. Hizo lo mismo Fidel Castro cuando lo del puerto de Mariel, en Florida. Dejó salir en balsas a todos los asesinos de Cuba para que, mezclados con algunas personas normales que huían del castrismo, hicieran de las suyas en los Estados Unidos. A los dictadores no se les ocurre nada bueno. Videla lanzaba desde unos aviones a los que no pensaban como él; y Daniel Ortega mata a los opositores a machetazos. Trujillo, que terminó sufriendo de impotencia, arrebataba sus mujeres y sus hijas hasta a los más allegados. El mundo siempre ha estado loco, pero ¡un caníbal!