el charco hondo

Veracidad

Fue Woody Allen quien, en Desmontando a Harry, descendió a los infiernos para encontrarse con una legión de atormentados, sorprendidos, hipócritas, interesados, cotillas, pesados y, entre otros inquilinos más o menos merecidos, con el que inventó los muebles de metacrilato. Hay quien asegura que por allí también estaban los que fabricaron los pantalones rotos, los ascensores sin espejo, los sándwiches mixtos con el queso frío, la mala educación, el helado caducado, las corbatas, los trajes o los restaurantes donde el ruido entierra las conversaciones. Según Dante, el infierno está compuesto por nueve círculos concéntricos que se van enterrando hacia el centro del planeta, y, con el inmueble así dispuesto, la condena en cada uno de ellos dependerá de los pecados que se hayan cometido, con habitáculos que acogen a glotones, herejes, estafadores, aduladores y a una ministra portavoz del Gobierno de España que, a las puertas de cruzarse con Woody Allen y el padre del metacrilato, ha sugerido que los informativos de las distintas cadenas deberían tener reservado un espacio para que el Ejecutivo cuente sus cosas sin intermediarios, sin periodistas. Igual que en los informativos la previsión meteorológica cuenta con un espacio fijo, el Gobierno debería tenerlo para informar directamente -dijo Isabel Rodríguez-. Fue más lejos, llegando a decir que, dada la necesidad de que la ciudadanía acceda con veracidad, reservar ese espacio tendría todo el sentido. El Gobierno quiere minutos para informar sobre el Gobierno como el Gobierno quiere que se informe sobre el Gobierno -ha dicho con acierto Vicente Vallés-. La veracidad de la que habla Rodríguez, esa veracidad a la que se refiere atribuyéndola en régimen de monopolio al Gobierno y asociada a la versión oficialísima, ese pensamiento único que consciente e inconscientemente abandera, solo ha merecido una aclaración insuficiente. La propuesta no fue formal, dicen. Algo así merece disculpas, y dimisión. El problema no es que lo diga, es que lo piensa, y además es posible que lo haya dicho puertas adentro, participando de una reflexión tirando a coral con colaboradores o algo más. Apropiarse con exclusividad del hábito de decir siempre la verdad, sugiriendo que solo la versión del Gobierno puede asociarse a la veracidad, merece un cese fulminante. La libertad de expresión según Isabel Rodríguez merece un espacio propio en el infierno de un pensamiento tan oficial como único, compartiendo habitáculo con Woody Allen y el inventor de los muebles de metacrilato.

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