Andrés Chaves (Puerto de la Cruz, 1947) presenta sus Memorias ligeras mañana, lunes, a las 19.30, en el Real Casino de Tenerife. Las escribió de un tirón, después de la pandemia de la COVID y dice que no lo cuenta todo, porque no puede. De todas formas, lo que cuenta define al autor, que ya tiene en el morral más de 15.000 artículos, 30 libros y tropecientos programas de radio y televisión. Sería imposible meter esa vida en 250 páginas, con abundante material fotográfico. 53 años dedicados al periodismo, sin fallar un solo día y en ocasiones escribiendo en situaciones muy dolorosas para él. Jamás ha faltado a una entrega del puto folio, siguiendo los pasos de sus inspiradores: Azorín, González-Ruano, Camba, Umbral. Y sin recibir prácticamente ningún premio, por las razones obvias de lo políticamente incorrecto de su trayectoria. Carmelo Rivero, periodista, y Manuel Zorrilla, abogado del Estado en el Tribunal Supremo, serán los encargados de la presentación. Juan-Manuel García Ramos, amigo del alma del autor, ha escrito un prólogo/retrato atinadísimo sobre la personalidad de Chaves.
-¿Y no te duele eso de los no/premios?
“Los premios me importan una mierda”.
-Ni siquiera se tiene en cuenta que has estado a punto de palmarla.
“Da igual. Dos veces, una en un incendio en San José de los Llanos, y otra vez en nueva York, cuando me apuntaron con un Smith and Wesson del 38”.
-¿El periodismo es esencial?
“No parece serlo: es la profesión menos valorada por los ciudadanos, junto con los curas. El público es sabio”.
-¿Te consideras un intelectual?
“Yo sí, pero no otros. No me admitieron en la Academia Canaria de la Lengua y el oficialismo tampoco edita ni reedita mis obras”.
-¿Y guardas rencores por eso?
“No, a los envidiosos, a los pobres de espíritu y a los mediocres sólo los compadezco”.
-¿Qué son unas Memorias ligeras?
“Pueden ser dos cosas, que estén escritas con ligereza o que sean fácilmente digeribles. Apuesto por lo segundo”.
-¿Siempre has contado la verdad?
“No”.
-O sea, que has hecho trampas…
“Claro, y el que esté libre de pecado, ya sabes”.
-¿Desciendes al terreno personal?
“No, estas son unas memorias que pueden leer los niños. A mí la literatura erótica no me gusta nada”.
-¿Se hace buen periodismo en este país?
“No; en general, el periodismo que se hace en España es deleznable. Ya lo advertía Oscar Wilde: la literatura no se lee y el periodismo es ilegible. Que no me vayan a echar la culpa a mí, que estoy incluido en la ecuación”.
-¿Qué pretendes con estas Memorias?
“Que mis hijas sepan algunas cosas que le han ocurrido a su padre, porque yo no sé contarlas cuando hablo con ellas. Y que los lectores también espabilen”.
-¿Te había llegado la hora de escribirlas?
“Claro, si espero más tiempo no serían unas memorias, sino una necrología que escribiría otro. No me queda mucho margen”.
-¿Cuál es el secreto de que te lean 40.000 personas al día, sólo en este periódico?
“Haber conseguido burlarme de mí mismo y mi reconocida capacidad de síntesis”.
-Intentaste ser abogado y médico, ¿qué pasó?
“Cuando estudié Derecho me enamoré y no seguí; y cuando estudié Medicina me bebí todas las bodegas de Sevilla y me asusté cuando vi a los muertos flotando en piscinas de formol”.
-¿Y el periodismo?
“Está claro que era mi vocación, pero por culpa del periodismo dije que no a ofertas de trabajo que no debí rechazar. Siempre he sido un imbécil forrado de lo mismo”.
-¿Has dicho que no a ofertas millonarias?
“No sé si millonarias, pero sí muy buenas, que me hubieran sacado de pobre”.
-¿No te sacó de pobre Radio Burgado?
“Radio Burgado fue un fenómeno de masas que pocos colegas reconocen y que llegó a batir todos los récords de audiencia. La segunda emisora más importante de Canarias, tras la Radio Club de Paco Padrón y por delante de las siguientes”.
-Cualquiera se titula periodista.
“Y hacen bien; hay fraudes que se deben aceptar”.
-¿Cuál ha sido tu época más feliz?
“Cuando nacieron mis hijas. Eso de comparar la salida de un libro con el nacimiento de un hijo es una soberana pollabobada”.
-¿Te queda algo por hacer?
“No, creo que no. Ahora estoy sentado en la puerta de mi casa viendo pasar los cadáveres de mis enemigos”.
-¿Tienes muchos?
“No; creo que me quedan unos cinco o seis, aunque me aseguran que hay más”.
-¿El de mañana en el Real Casino será un acto divertido?
“Depende de lo que digan los demás”.
-Seguro que sí.