después del paréntesis

Europa

Es Europa una entidad tan difusa que los ciudadanos que la habitamos no la podemos apreciar? Esa es la pregunta que en numerosas ocasiones nos hacemos. Porque, por un lado, la Europa mercantil, la unidad de intereses, la comunidad centrada en lo económico, se ajusta y se refuerza. Y eso es lo que revela una realidad por lo menos extraña: no dar pasos decididos (con la Gran Bretaña ya fuera de sus límites) hacia la consagración política de nación de naciones y juntos. De donde, es cierto que aquí (frente a EE.UU., por ejemplo) las ganancias en el terreno de lo social se comprueban. Pero de la dicha mezquindad política salen los juegos del sí y el no, la consideración de los problemas y los planes europeos como problemas o la incapacidad para articular planes certeros en lo internacional o lo interno (como la defensa común contra la OTAN); también la ausencia de líderes carismáticos y personalidades decididas.

Todos estos elementos son apreciables, sin duda, pero es conveniente reparar en detalles menos vagos y a la par más expeditivos. Uno, gracias a la gran doña Margaret Thatcher, Europa, de economía mixta, se dejó atrapar por el liberalismo neoconservador; renunció a la labor conciliadora y reparadora de los Estados con propiedades sublimes en energía, transportes, tecnología… que vendió a precios de ganga.

Y ese es un signo que nos remite a un asunto capital: el déficit democrático. ¿Quién decidió? Con él, desconfiar de una institución burocrática y tecnócrata. Es difícil compartir la construcción europea sin que en ello el respaldo directo de las unas sea decisivo. No solo la elección del Presidente (que no lo hacemos directamente) sino los procesos legislativos que nos afectan a todos, sobre planes mercantiles, productivos, universales.

¿Por qué votar entonces? Votamos por el futuro, y esa fuerza de los ciudadanos es esencial para imponer un manejo consecuente en la verdadera unidad de Europa que aún está por llegar. Cuanta más fuerza haya en las urnas más valor se le concederá a esa necesaria y acaso inevitable iniciativa. ¿Teme Europa a la acción democrática o está construida con subterfugios?

La pregunta es, pues, doble: los dichos subterfugios y cuándo llegará la plenitud, si es que finalmente llega.

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