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Gandul

Un tribunal superior gallego ha confirmado la sentencia de un juzgado laboral por el que se le retira la pensión alimenticia que le pasaba su padre a un tipo de 28 años que ni estudiaba, ni buscaba trabajo, ni disparaba palo al agua. O sea, un gandul de tomo y lomo. El tribunal ha dicho que ya está bien y dictamina que al pollo no se le ve un detalle en cuanto a buscarse los garbanzos, por lo que ordena que le devuelva al padre el dinero que éste ha estado pagando durante una cantidad de años para alimentar a su ocioso vástago; y crea un precedente porque de estos elementos queda todavía en España una legión. Que a los 28 tacos, un manganzón de este jaez pretenda que su padre, divorciado de su madre, siga pasándole la pensión es un crimen de leso abuso. Por eso el tribunal, creo que de Pontevedra, ha tomado cartas en el asunto y ha puesto al zagalote en su sitio, instándole además que devuelva a su sufrido progenitor una cierta cantidad indebidamente cobrada. El tipo había visto en la asignación un chollo y no disparaba cartucho, sumándose a la porción de vagos irredentos que circula por praderas y montañas de nuestro país, acogiéndose a los beneficios excesivos de un régimen laboral que creó Franco y que aún perdura, con gran contento de sindicalistas, gandules (que a veces son los mismos) y varias catervas de defensores del dolce far niente, que dirían los italianos, que también se las gastan parecidas. Me alegro mucho de que los jueces hayan puesto las cosas en su sitio y hayan redimido al padre, cautivo de la gandulería de su vástago, vago irredento. Hacen falta sentencias parecidas para evitar la proliferación de tanto ocioso destartalado, de tanto vivo español.

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