tribuna

Hacia un modelo de sociedad

Cuando en democracia sistema de controles y contrapesos se combina con una creciente polarización, sus instituciones se bloquean y no se consigue abordar muchas tareas de gobierno. Falla el respeto a la independencia de poderes. Estamos fallando en el principio de gobernar la diversidad que surge de la cambiante composición demográfica, raza, etnia, inmigración, orientación sexual, cambios laborales, zonas despobladas, envejecimiento, en resumen, un cambio social en constate evolución, que en ese supuesto nos está superando. En este momento estamos en la vetocracia.

Cuáles deben ser, en ese momento, nuestros puntos de apoyo:

a) Hay que aceptar el papel del Estado, y respetarlo. Superar esa fase en que se ve, o se quiere utilizar, al estado como enemigo del crecimiento económico y de la autonomía individual. En una sociedad moderna debe haber un alto nivel de confianza en el Estado, no ciega, pero suficiente. Ni la izquierda ni la derecha pueden dañar la credibilidad del estado, están obligados a mantenerla y acrecentarla. El Gobierno es el primer interesado en inspirar la confianza del Estado. En nuestra sociedad, el Estado debe ser neutral y su relación con los ciudadanos debe ser equitativa, quizás esto apoye que la alta representación del estado no tenga ideología partidaria. Al Estado corresponde mantener la separación de poderes, no cruzar fronteras irreparables. Huir de las desigualdades, el PIB no es la única forma de valorar el éxito. El estado del bienestar es su meta. El autoritarismo de cualquier signo a la larga fracasa.

b) Hay que asumir y aceptar la descentralización del Estado, administrativa, política y económica. Hay que transferir poderes a niveles subestatales de forma apropiada a cada comunidad, dependiendo de sus niveles, negociados democráticamente y con el respeto mutuo de sus competencias. La Constitución es el tope democrático

c) Es necesaria la libertad de expresión, que lleva implícita la libertad de pensamiento. Está siendo amenazada por muchos gobiernos de distinto signo. Pero también la amenazan poderes particulares en forma de pensamientos editoriales excluyentes y plataformas de Internet o similares que amplifican unas voces sobre otras, incluso llegando a las fake-new con su funesta prostitución de la verdad. No cabe “esta es tu verdad, pero yo tengo la mía”, como si la verdad fuera un producto de venta a elegir en el supermercado. La verdad es un principio básico de la democracia. Quien no lo cumple es sencillamente un mentiroso y no cabe, aunque se intente, disfrazarla de cambio de opinión o “todos lo hacen…” los cambios hay que justificarlos y se puede hacer …pero la mentira queda.

La respuesta no es el control directo del Estado, como proponen algunos, sino legislaciones democráticas y la prevención de la acumulación de poder en monopolios informativos. Pero hay algo que urge defender y es el derecho a la privacidad como principio democrático.

d) señalemos además la autonomía humana, la hemos defendido, pero también hay que señalar que no es ilimitada. Se basa en la igualdad de todos para tomar decisiones que condicionan nuestra remodelación como individuo. Algunas de esas decisiones nos vienen condicionadas por principios religiosos o de otra identidad, y ello obliga a limitar nuestra autonomía al comienzo de la autonomía de los demás. Ese respeto a los demás es una señal de buena convivencia, que últimamente no está de moda.

Quiero hacer referencia al profesor don Manuel Cruz, catedrático de Filosofía moderna y expresidente del Senado, que ha publicado recientemente un libro titulado El gran apagón. Dice el profesor Cruz que el inicio de la ilustración fue el “siglo de las luces”, pero la funesta manía de no pensar, y la ausencia de racionalidad en el debate político, nos pueden estar conduciendo a que el siglo XXI sea el siglo del gran apagón, Y yo añado o al Despotismo Ilustrado. Las formaciones políticas parecen incapaces de pactar modelos alternativos de sociedad en conjunto y solo hacen reivindicaciones de grupos identitarios, más o menos legitimas. Hay una confusión entre poder y autoritas. El poder se conquista en elecciones o por la fuerza, la autoritas nunca se conquista, se hace merecedor de ella o no. Visto lo que está pasando en el Parlamento Nacional, es posible que, en próximas retrasmisiones en TV, la locutora advierta antes que “pueden herir la sensibiliodad del televiodente”. Creo que, con acento canario, a algunos parlamentaros habría que decirle “no sean malcriados y den ejemplo”.

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