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El dron

Si quieres ganar una guerra, compra drones. Si quieres espiar a un rival industrial, hazte con un dron. Si quieres conseguir información sobre tu cuñado, utiliza un dron. El dron es ahora el elemento básico de la maldad, la ilegalidad, el atentado contra la privacidad hasta poder ver a tu vecina en pelotas cuando coge sol en el jardín. Cómprate un dron y habrás conquistado el mundo. No necesita demasiado combustible y te puedes convertir en piloto de drones por cuatro perras. Dentro de poco todos iremos montados en un dron a trabajar. Y para ir a Madrid no tomaremos un avión, sino que nos introduciremos en un dron gigante que, más tarde o más temprano, nos depositará en el centro de la capital. El dron será como el móvil, que ya nadie puede vivir sin él. Si el fax fue un invento revolucionario y el celular también, qué decir de unos drones ametralladores que ganan guerras y de otros drones bombarderos que acaban con ciudades enteras. La próxima bomba atómica no la lanzará un avión como el Enola Gay, un aparato como aquel B-29 u otro de nueva generación, sino un dron habilitado al efecto, de fabricación iraní. El diseño futurista del dron se asemeja al de las naves espaciales, por lo que es posible que los ovnis que los campesinos ven en el cielo cuando su ganado pasta, en esas madrugadas frías de las montañas, no son otra cosa que drones inmensos, más grandes que la isla de Gran Canaria, un suponer. Así que la gran amenaza, la gran esperanza y la gran tragedia no son otra cosa que un dron, armado o desarmado, que nos transmite información y nos conduce al caos. Mañana todo el mundo tendrá un dron aparcado en el jardín, por lo que pueda suceder.

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