tribuna

Lola de España, o España de Lola

A pesar de que Moncloa ha dado por cerrado el debate del plan antiaborto de Castilla León propuesto por Vox, la cosa sigue igual. Anoche en la Sexta, Susana Díaz decía que había sufrido mucho en esos días, y hoy El País continúa exhibiendo casos de mujeres afectadas por la sinrazón de la ultraderecha. De los excarcelados por la ley del solo sí es sí, nadie dice nada. Aquí cada cual habla de lo que le interesa. Esta mañana me he despertado con la matraquilla del coro de doctores de El rey que rabió y me he quedado con la frase: “De esta opinión nadie nos sacará: el perro está rabioso o no lo está”. A veces hay que recurrir a la zarzuela para entender la política española. Se repiten las mismas escenas como si no hubiéramos salido de ese siglo XIX que lo explica todo. Aquí se teatraliza hasta el desacuerdo, y las enemistades salen a la calle en un desfile pacífico de moros y cristianos, aunque a veces se nos va la mano y se tiran bombas de verdad; esas con las que las gaditanas se hacen tirabuzones. Ya saben: “con las bombas que tiran los fanfarrones…”. Todo se va en vociferar y en hacer el chiste con el esperpento. Si no fuera así, no estaríamos en España. Ahora celebramos el centenario del nacimiento de Lola Flores, una mujer irrepetible que anoche ocupó más horas en la televisión que lo que lo han hecho la Jurado y la Pantoja juntas, en un solo programa. Todavía hay diferencias y la gente distingue entre lo auténtico y lo impostado.

Lola nunca fue una impostura. Reunió en su persona todos los atributos de la España indeseable que son los que hacen a nuestro país tan atractivo. Una mujer una (única), grande y libre, rodeada de mariquitas, más feminista que Irene Montero, a la que acompañaron en el recuerdo y la admiración desde Encarnita polo hasta Rosalía, agitando sus manos para que se le vean las uñas, más largas que las plataformas de un drag queen. Lola no las movía con el embrujo seductor de las flamencas sino que las usaba como zarpas, como garras tratando de apresar el concepto de lo que quería expresar. Su mirada era un tiro de fusil, desde la profundidad de sus ojos negros, que también suplicaban la ternura cuando pedían limosna de amores y que no le negaran el agüita de beber. Disfruté como un loco siguiendo el recorrido que hizo Movistar por los episodios interminables y auténticos de la vida de esta mujer que representa a la hembra española, que se casó porque se tenía que casar, y se iba a los casinos y a los bingos y paraba a los camioneros para que la devolvieran a su casa.

Lola era tremendamente fantástica, por eso pienso que, si no la olvidamos, España seguirá siendo ese país misterioso que solo entendemos nosotros, y no todos. Carmen Sevilla y Marujita Díaz estuvieron compitiendo en los últimos años por ser las primeras que se presentaban en los tanatorios. Anoche hubo una alusión divertidísima a este hecho. Lo contó Encarnita Polo. El día que murió Franco, Lola la llamó por teléfono y le dijo: “Encarna, vamos a lo de Franco que ya salió Carmen Sevilla”. Hoy hay muchos imbéciles que dicen que era franquista, o de derechas, en ese empeño majadero que hay de etiquetar a la gente para ningunearla. No hay nada más aburrido que un progre en busca de un signo que le diferencie.

A Lola no le hizo nunca falta nada de esto. Fue la Lola de España y la Faraona en Méjico. Luego en la Sexta, haciendo zaping, me tropecé con Susana Díaz expresando su sufrimiento por las ocurrencias de Vox en Castilla León, mientras le daba la réplica a Melisa, una exdiputada palmera de Ciudadanos, que además es arquitecta. Qué diferencia con Lola, corriendo al duelo para que Carmen Sevilla no le arrebate el papel de enterradora, o tirada por los suelos del Florida Park diciéndole a Íñigo que el pendiente que se le ha caído es de los buenos y no se puede perder. A veces pienso que a esta España la salva la pandereta, diga lo que diga Antonio Machado.

Siempre la tendré presente con su traje de lunares y su bata de cola, sus mariquitas y su Golosina, cantando: “Para mis manos tumbagas, pa mis caprichos monedas, y pa mi cuero lucirlo mantones bordados, vestidos de seda”.

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