tribuna

Los estragos de una ley

Por Rafael Torres. | Que una ley destinada a proteger a las mujeres de la depredación sexual consiga exactamente lo contrario; esto es, que los depredadores vean aliviadas sus condenas o que salgan libres antes de tiempo al mundo en el que no supieron o no quisieron respetar la libertad, es lo peor que una ley puede ser, injusta. O aberrante, que viene a ser lo mismo. Dice el adagio que rectificar es de sabios, pero no hace falta recurrir a la sencilla verdad que desvela ese viejo refrán para colegir el grado de sabiduría, de conocimiento, de quienes, autores (autoras en este caso) de la malhadada ley del solo sí es sí, no han querido ni quieren rectificarla al conocer que su aplicación, lejos de proteger a las mujeres, las sitúa en un espacio de vulnerabilidad mayor. Pero incluso bastaría con recordar el demencial episodio en que una de las bruñidoras y defensoras a ultranza de esa ley, la tal Ángela Rodríguez, se descojonaba haciendo chistes sobre sus repercusiones políticas, para calibrar el grado de sabiduría, o de idiocia, de quienes perseveran en su mantenimiento tal cual, sin modificación alguna. Es cierto que mucho mejor que rectificar es no tener la necesidad de hacerlo, es decir, acertar en la creación de la norma orientada a una mayor protección de aquello que se quiere defender, pero ya se ha visto que en el caso del equipo legislativo de Irene Montero, ni una cosa ni la otra. Así, ante ese dislate tan extremo, la parte contratante de la primera parte contratante del Gobierno, la del PSOE, ha tenido que ceder finalmente a la presión de social a izquierda y derecha, y anuncia que rectificará esa ley para evitar sus estragos “a futuro”. Dejando a un lado que lo de “a futuro” es una ordinariez, el tal propósito significa que los estragos que ya se han producido se quedan ahí, atormentando a las víctimas pasadas y amenazando a las futuras. En un delito tan execrable como de tan contrastada reincidencia, no solo es insuficiente esa rectificación “a futuro” de la ley que lo condena, sino que parece más bien una extensión frívola, casi en plan Ángela Rodríguez, de esta. Ni el mantenimiento de la coalición de Gobierno ni las exigencias electoralistas en un año caliente justifican ni esa ley fallida ni esa rectificación de efectos futuros, que, en puridad, poco o nada rectifica.

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