Se ha cargado USA el globo chino que tenía fritos a sus militares, con un misil aire/aire disparado por un caza. Los chinos se han mosqueado, pero en la década de los 50 los globos USA vigilaron a Rusia y posiblemente a China con similar descaro. O sea, que la cosa es recíproca. En el aerostato, de unos 25 metros de diámetro o así, no había nadie, sólo cámaras que fotografiaban los silos nucleares de la USA profunda. Ya han recogido del mar sus restos los chicos de la Army. En pleno mundo en guerra sólo faltaban los globos para completar el menú. En España, el espionaje es más sutil: un poli espiaba a las indepes catalanas y yacía, un suponer, con unas cuantas, enamoradas y consentidoras. Y ellas, al enterarse de que su amante era madero, han puesto el grito en el cielo. El poli ha sido destinado, me aseguran, a una embajada, fuera del territorio nacional. No necesita abogado. Cuando le preguntan, responde: “¿Mi abogado?: mi abogado es el que tengo aquí colgado”. Y se descojona. Este país no tiene remedio: mientras los chinos usan los dirigibles para el espionaje, aquí infiltramos polis. En Francia hacen lo mismo, incluso mantienen una Oficina de Infiltrados, ¿o es que ustedes no han visto la serie? Los franceses siempre han sido algo viciosillos, lo digo con las excepciones de rigor. Fíjense si lo son que hasta guardaron durante siglos el pene de Napoleón, del que dicen que no era gran cosa. Ha sido subastado varias veces y anda por Sudamérica, dando tumbos. Los rabinos judíos, según veo en una peli, les cortan sus prepucios a los niños como bautizo y se los entregan a los abuelos con jardín para que los entierren, dentro de una cajita, a los pies de un manzano, un olmo o un alcornoque. Ay.