El problema es la hiperregulación. Y es esa la herramienta del destino de los hombres que impone el discurso neoliberal y su colonización; neoliberal y colonización que están señalando a las democracias occidentales, de EE.UU., Gran Bretaña, Italia, Alemania a España. Lo que programan los deudos es avasallador: la constatación del miedo a los “otros”, es decir, programar sociedades enfrentadas, sumidas en el peligro y no en la continuidad. De manera que cabe preguntar por cómo campa esa ideología que persigue a la democracia. Ejemplos manifiestos hay. Ocurrió con Trump. La cuestión no es haber perdido las elecciones, la cuestión es que han de adecuarse los principios legales para que las elecciones conformen unos resultados que el real no prueba, o, en todo caso, poner la maquinaria del Estado (en tanto Presidente) en contra de las elecciones que no le favorecieron. Y eso sucedió en Brasil con el tardo Bolsonaro. Si las elecciones no lo encumbraron, el ejército habría de responder en consecuencia, en tanto (cual piensa la derecha en España) una fuerza de izquierdas no puede gobernar el país; mejor la dictadura. La constatación del dicho peligro a que se enfrentan los ciudadanos libres redime ese signo de intervención. Los principios elementales del Estado se conforman sobre esa vía: la patria, los valores viejos, la seguridad, el progreso… Si no los aseguran los salvadores, peligro, en tanto los que están en el frente no son patriotas, no aceptan los principios tradicionales, habrá más crímenes, van a sumir al país en graves problemas económicos y legislarán en contra de los fines sublimes que consagra la religión, protestante o católica. Es decir, las concesiones particulares, singulares se cierran; solo caben las apodícticas, las que el sector legislativo estima concluyentes y decisivas. Así es que el arrimo a la consecuencia y a la integridad es mal mirado. El sujeto particular no puede esgrimir como terminante su derecho a la libertad, a que lo que confirma la estima irrefutable es la/su decisión. Eso ocurre con las mujeres a propósito de la interesante ley del solo sí es sí. Por lo cual se deduce que no ha de haber un solo fundamento legal por el que sea la mujer quien decida la relación sexual. Caso: el tal Dani Alves no agredió sexualmente a la chica en cuestión porque la chica estaba allí. Ese es el precio; no se sabe hasta dónde esta sociedad será proyectada a las tinieblas por los manejos de la derecha y de la ultraderecha.