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Las gemelas

El último triste caso de suicidio de adolescentes víctimas de bullying en sus colegios e institutos, por parte de unos miserables supuestos compañeros suyos, ha sido el suicidio de unas gemelas de origen argentino y doce años de edad en el municipio barcelonés de Sallent de Llobregat, Alana y Leila, que se arrojaron juntas a la calle desde un balcón del tercer piso de su casa, aunque solo la primera falleció. La madre estaba ausente en el trabajo y el padre se encontraba en otro lugar de la casa. Junto a la barandilla del balcón se encontraron dos sillas, y sobre ellas sendas cartas manuscritas de despedida, escritas una a lápiz y otra con bolígrafo rojo, en las que aseguraban que sufrían acoso escolar en su instituto, lo que ha sido corroborado por alumnos y familiares de alumnos. Los familiares de las gemelas insisten también en este acoso. Un alumno ha reconocido que algunos se burlaban de ellas porque eran argentinas, y la madre de otro lo confirma: “Se reían de ellas, sobre todo por el acento”.

Ese acoso y esas burlas fueron a más y se convirtieron en transfobia con Alana, la niña que ha fallecido, que tenía disforia de género con orientación masculina, por lo que quería que le tratasen como a un chico y que le llamasen Iván. En su carta de despedida manifestó que se sentía incomprendida. “Se hizo un cambio de look, y ya con eso tenían más motivos para meterse con ella”, ha indicado una alumna. Cristina, una joven que conocía a las gemelas, cuenta que le hacían bullying desde hace años: “Les hacían bullying desde hace dos años, desde el colegio, y al pasar al instituto ya fue a más”, explica Cristina en declaraciones al programa Espejo Público de Antena 3. También asegura que el centro escolar estaba “al corriente de todo”, pero “nadie hizo nada”. “Lo único que hacían las gemelas era sufrir en el colegio”, añade. Cuando en un centro escolar hay indicios de acoso se debe activar el protocolo correspondiente. Sin embargo, en este caso no fue así, y en un principio el Departamento de Educación de la Generalitat descartó el bullying como causa del suicidio. El conseller de Educación, Josep González-Cambray, ha señalado al instituto, asegurando que en ningún momento les informaron de que las niñas estuvieran siendo objeto de acoso. Se desconoce por qué el centro no había detectado ese acoso, o bien por qué si lo habían detectado no habían activado el protocolo oportuno, por lo que desde el Departamento de Educación han puesto en marcha una investigación; investigación que, como suele ocurrir en estos casos, no servirá absolutamente para nada.

Es evidente que la dirección del instituto y sus profesores tienen una grave responsabilidad en lo ocurrido, y la tienen por acción o por omisión. Son responsables por no haber detectado el acoso o por no haber hecho nada si lo habían detectado, máxime en un caso como éste, en el que hay muchos indicios de que el bullying era público y notorio. Y esa responsabilidad tiene que ser depurada con el mayor rigor. En cuanto a los miserables canallas que empujaron al suicidio a las gemelas, tienen que ser identificados para que pueda aplicárseles las leyes penales previstas para los menores delincuentes y peligrosos para la sociedad. Y sus padres y madres deben reflexionar sobre qué monstruos han criado.

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