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Enanos

Podemos, o sea Ione Belarra, que es una de las tropecientas ministras de Sánchez, parece que quiere suspender los espectáculos bufos de la España negra, como por ejemplo el de los enanos toreros y el del Popeye torero. Lo he leído en los periódicos. Yo conocí a un enano en Miami, un enano rico. ¿Saben cómo había ganado su dinero? Pues formando parte de un grupo de enanos vestidos de encarnado, que esperaban que los tíos y las tías medio cargados que salían de las discotecas, y por cien dólares el meneo, los lanzaban contra una pared llena de almohadas. No sufrían daño alguno, pero volaban y eso hacía gracia a ellos mismos y al personal lanzador. No compartiendo yo ese juego estúpido, le pregunté a mi amigo el enano cuánto había ganado. Y me confesó que cientos de miles de dólares. En España, en esta España negra, llegaron a existir veinte compañías de bomberos toreros, todos enanos, que se enfrentaban a un novillo y se daban mil trompazos, hacían acrobacias y llenaban plazas de pueblo. Uno de los más famosos fue Pablo Celis, que se retiró en 2017, supongo que harto de recibir porrazos. Dense cuenta ustedes, desocupados lectores, que en España se tiran cabras vivas desde los campanarios y se pica a un toro con mil lanzas, abusando todo un pueblo de un indefenso animal. Creo que ya se ha prohibido esta abominable práctica. Las corridas tampoco son santas de mi devoción, aunque antes me emocionaban bastante, lo reconozco. Con la esperada desaparición del espectáculo del bombero torero se recupera un poco de dignidad, hay que reconocerlo, y se sale de la Edad Media, época en la que los enanos o eran bufones de los reyes o eran despreciados por la sociedad. Por una vez, ¡Dios mío!, estoy de acuerdo con Ione Belarra, esa ministra de los ojos bonitos. Ay, perdón.

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