tribuna

Es la abuela

Por Rafael Torres.| La mujer usada para gestar a la criatura encargada por Ana García Obregón recibió como remuneración menos de la quinta parte de lo que ésta pagó a la agencia, o a la clínica, o a lo que fuera, dedicada a la industria de los llamados vientres de alquiler: 35.000 euros. O lo que es lo mismo, tres mil y pico cada mes de gestación en sus entrañas de una vida humana reducida desde su origen a la condición de producto tasable y enajenable. La mujer usada para proporcionar a la compradora una satisfacción es, no hace falta decirlo, pobre, y no es ésta la primera vez que sirve de incubadora en el negocio (de otros) de la gestación subrogada, por pura necesidad de subsistencia. Uno creía que acabaría siendo el único español que no hablaría, ni escribiría, ni opinaría, ni debatiría sobre este feo asunto, convencido de que, al tratarse de una evidente monstruosidad en el caso de que la niña fuera comprada, objeto de trata, no había nada que debatir, pero la artífice de la historia ha tenido a bien ofrecer a quien la sigue un giro de guion, y desde la revista que la paga para ir contándola, seguramente mucho más de lo que recibió la pobre gestante, desvela que no es la madre de la niña adquirida, cosa que ya se sabía, sino la abuela, esto es, la madre de su hijo fallecido hace tres años, que dejó conservado su esperma junto a su postrera voluntad de ser padre no ya de uno, sino de cinco hijos. Entonces, uno ya no puede seguir siendo el único que no diga algo, aunque completamente innecesario por lo demás, sobre esa monstruosidad una vez elevada al cubo. Cuenta Ana García Obregón que cuando se enteró de que el encargo de Miami sería niña, exclamó para sí: “¡Qué buen regalito de Navidad!”. Un regalito. Con eso ya está dicho todo, aunque la mujer, ¡la abuela!, dice más cosas para justificar, o eso cree, el auto-obsequio, cosas que tienen que ver con su obstinación en cumplir con la última voluntad del hijo fallecido. Pero esa niña, ese bebé, que ya sale en las revistas de las que su súbita abuela ha sido siempre tan adicta, no es un regalo, sino un pequeño e inerme ser humano que nace sin madre, sin padre, sin el derecho de protección de su imagen de que gozan los menores en las sociedades civilizadas, y, por mucho que quien encargó dineraria y artificialmente su venida al mundo vaya de abuela, también sin abuela en no mucho tiempo, cual determina la edad de su rara abuela semipostiza. Uno creía que acabaría siendo el único en no abordar el horrible suceso, pero ésto de la abuela me desbarató el propósito.

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