Pablo Larraguibel, director de la editorial Ekaré, fue el primer voluntario para editar el boletín de la empresa en la que trabaja como economista. Desde entonces, no ha vuelto a dedicarse a ese ámbito. Dirige la sede española de esta editorial latinoamericana especializada en literatura infantil y juvenil y compartirá su dilatada experiencia en el marco del primer salón de esta disciplina literaria que se celebra este fin de semana en Santa Úrsula. Tiene claro que una de las características más importantes de un libro infantil “es que no sea aleccionador. Mirémoslo como adultos: no nos gusta que nos den lecciones”.
-¿Qué le empujó a presentarse voluntario para editar el boletín de la empresa en la que trabajaba como economista?
“No sé si algún gen familiar relacionado con eso. Mi madre es periodista, mi tía fue autora de algunos libros. Pero creo que fue simplemente natural y me llamaba la atención poder comunicar las cosas que se trabajaban internamente. Estaba entusiasmado, me entusiasmaba ese proyecto y la verdad es que funcionó, fue muy agradable y a partir de ahí no volví a trabajar como economista”.
-¿Los editores nacen o se hacen?
“Un poco de todo, pero creo que se hacen. Hay que tener algún tipo de olfato, sobre todo entender dónde estás editando. Un editor tiene que conocer el contexto en el que edita, el contexto del catálogo que está editando y si esos nuevos libros dialogan con el resto del catálogo. En el caso de Ekaré, que es una editorial con 45 años de recorrido, creemos profundamente que un buen libro debería pasar la mirada del crítico más terrible que hay, que es el paso del tiempo. El paso del tiempo mira al libro con otros ojos, ojos que no estaban atentos a lo que ocurrió hace 40 años. Si uno logra que ese libro pase a este crítico, pues puedes sentirte orgulloso. Es un equilibrio difícil”.
-El editor cumple una labor fundamental en el proceso de un libro. Sin embargo, siempre queda relegado a un segundo plano. ¿Por qué?
“Es bonito. Eso está bien que pase. La editorial es la que permite que sucedan las cosas. Llevar de la mano al autor. En nuestro caso, que publicamos libros ilustrados, al autor o al ilustrador… Mucha gente no tiene claro ese proceso: un autor nos envía un texto, un ilustrador hace ilustraciones, el conjunto del trabajo de ellos dos más el trabajo de la editorial hace el libro”.
-Cuando usted edita un libro infantil o juvenil, ¿intenta pensar o ponerse en la mente de un niño?
“Hay que intentar entender al lector, entender la visión de un niño o una niña de cara a un texto, para sobre todo suponer la edad de ese lector. Muchas veces los propios niños nos permiten entender dónde el texto puede fallar o dónde puede ser no de fácil comprensión. Son muchos años editando y somos un equipo que evalúa este tipo de cosas. Lo que tenemos clarísimo es que el texto tiene que ser interesante. Que no sea aleccionador, que te diga algo nuevo y que te diga algo nuevo no quiere decir que te diga algo de cómo debes comportarte en el mundo. Un libro que intente aleccionar creo que no está ayudando a hacer buenos lectores. Mirémoslo como adultos: un libro que nos dé lecciones no queremos leerlo. En este sentido, creo que si publicas libros donde tú estás seguro que allí hay literatura y no lecciones, al menos como editores nos sentimos contentos”.
-Ekaré es una palabra de una etnia venezolana. La editorial se ha introducido muy bien en España. ¿Funciona la literatura infantil latinoamericana en España?
“Creo que al lector no le importa mucho la procedencia del libro, sino que sea bueno, que comunique. Puedo hablarte de algunas barreras: quizás el uso del lenguaje. Hay americanismos que tienen nuestros libros que a veces chocan con los mediadores. Prefieren que no se introduzcan palabras que no son conocidas en España, pero el lector, el niño, no está pendiente de eso. Está pendiente de que le cuenten una buena historia. Sí hay una pequeña barrera de prejuicios, pero que por fortuna no hemos vivido seriamente, porque el catálogo de Ekaré está basado en unas ganas de contar historias emocionantes. No sé si hay un interés sobre la literatura latinoamericana infantil y juvenil”.
-¿Qué papel cumplen las instituciones públicas en el desarrollo de la lectura infantil? En Venezuela existe el Banco del Libro, que es de carácter privado y sin ánimo de lucro…
“A mi juicio son fundamentales. El Banco del Libro -si no me equivoco, son 60 años ya los que tiene de vida- se ha preocupado mucho por la promoción de la lectura y por que las bibliotecas estén dotadas de buenos títulos que permitan que el lector se haga. El lector se hace porque ponen en sus manos libros que son interesantes. El Banco del Libro hacía una inmensa labor en ese sentido, ahora hace lo que puede porque las condiciones de Venezuela no son las más felices para esta actividad hoy en día. Si pasamos a las instituciones públicas, las bibliotecas, las escuelas y lo que deberían ser las bibliotecas escolares… El sector público es fundamental. El Estado no se puede permitir el lujo de que haya gente que no tenga en la mano libros. Allí deberían entrar las instituciones, a través de las bibliotecas o de la dotación de bibliotecas escolares, que cada escuela tenga una buena biblioteca escolar, que no dependa de las donaciones de los libros que sobran de las casas de los padres de los niños”.
–Lleva viviendo en España desde 1998. ¿Qué diferencia hay entre las políticas de promoción de la lectura de este país y Latinoamérica?
“Hay algunos programas de dotación de bibliotecas escolares en América Latina que son dignos de estudiar. El sistema de educación pública mexicano desde finales de los 90 hasta hoy en día hizo una labor de dotación de bibliotecas escolares de primer nivel. Logró hacer unas adquisiciones de libros de acuerdo a las necesidades de las bibliotecas escolares que los mediadores suponían que era importante tener en esas bibliotecas. El criterio de selección no es un criterio comercial, es un criterio que pone en el centro capturar nuevos lectores. Argentina también hizo una muy buena inversión en este sentido y Chile está haciendo unas dotaciones bibliotecarias escolares y de bibliotecas de aula que permiten a los niños tener buenos libros en las manos. En este sentido, creo que las autoridades españolas deberían mirar hacia esos programas de dotación de bibliotecas que existen en América Latina para hacer un trabajo de dotación de bibliotecas escolares que permita que un niño entienda la diversidad y la riqueza que puede haber en muchos libros”.