tribuna

Alto al fuego provisional… que cien años dure

El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, ha viajado en los últimos días a Roma, Berlín, París y Londres para, oficialmente, insistir en la petición de aviones de combate, al tiempo que corría como la pólvora la noticia publicada por el Washington Post que asegura que Ucrania tiene señalados objetivos para ocupar en suelo ruso. Y, mientras tanto, discretos enviados de Pekín visitan las cancillerías de los países de la UE para intercambiar puntos de vista sobre la guerra, después de que altos representantes de EE.UU. y China se reuniesen en secreto para reanudar la relación entre los dos países, interrumpida a causa del derribo de un globo aerostático chino que, según EE.UU., realizaba tareas de espionaje sobre su territorio

Oficialmente la posición de las partes no ha variado. El líder ruso, Vladímir Putin, no se mueve de su idea fuerza, paz por territorio, y Zelenski exige que los rusos salgan de Ucrania, que la OTAN le proteja sine die y que continúe la barra libre para tomar del mundo occidental dinero a fondo perdido, créditos, tanques, munición, aviones e inteligencia militar. Un posible alto al fuego le parece intolerable e injusto y clama por la victoria en el campo de batalla. E igualmente irreductible es la posición de Putin, que busca a toda costa un triunfo que revalúe la imagen de Rusia como gran potencia militar. Posiciones antagónicas que permiten vislumbrar que la victoria con las armas de una de las partes sería, probablemente, la peor solución. Una eventual victoria de Zelenski con la OTAN detrás, supondría una indeseable humillación para Rusia y, a la inversa, la improbable imposición militar de Rusia frente a la maquinaria de guerra de la OTAN, podría extender el conflicto y abrir una crisis interna porque la OTAN, ahora formalmente solidaria con Ucrania frente a Rusia, no es un bloque homogéneo de naciones. El mundo no se ve de la misma manera desde las dos orillas del Atlántico y no todos los países europeos de la Alianza tienen la misma percepción de la amenaza rusa. Nada aparentemente ha cambiado en la corteza visible de la guerra, pero de los movimientos políticos y diplomáticos de estos días pudiera colegirse que China busca respaldo para una iniciativa del presidente Xi Jinping que podría estar orientada a intentar detener la guerra, algo así como una alta misión diplomática de imposición de la paz, sin intervención oficial de la ONU porque Rusia, que es miembro permanente de su Consejo de Seguridad, la podría vetar. El líder ucraniano rechaza, sin matices, detener la guerra en la situación actual, pero es una idea que no parece estar lejos de lo que piensa el papa, con el que Zelenski se reunió el pasado fin de semana en Roma, o de lo que han manifestado también el presidente brasileño, Inácio Lula da Silva, y otros líderes de países formalmente no alineados con ninguno de los contendientes.

Apartándose de la máxima latina de si vis pacem, para bellum, Xi Jinping ha resucitado la réplica del exalcalde de Madrid Tierno Galván, ”si quieres la paz, trabaja por la paz“. Aunque la paz no es solo el silencio de las armas, dadas las peculiaridades de esta guerra y a falta de otros caminos o mejores iniciativas, forzar un alto el fuego provisional (que cien años dure si es necesario), no sería mal comienzo y ya con las armas en reposo tejer la neutralización del conflicto, teniendo en cuenta la complejidad de la zona y la especial relación de Rusia con Crimea y el Donest, como atinadamente ha subrayado el filósofo Edgar Morin.

Sería solo el primer paso para buscar la salida a una guerra que, además de un intolerable atropello del derecho internacional, se ha convertido en un serio problema para la gobernanza global. La condena del agresor y la solidaridad y con las víctimas no obliga necesariamente a asumir los postulados de Zelenski. Toda la comprensión con el líder ucraniano, pero no sería razonable ni prudente que la comunidad internacional dejase a criterio de las víctimas la suerte de los verdugos.

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