En el año 1993, las brigadas serbio-bosnias habían sitiado la ciudad de Sarajevo, que hoy tiene unos 250.000 habitantes y es la capital de Bosnia y Herzegovina. Los edificios que quedaban en pie estaban entonces plagados de francotiradores, que masacraban a las fuerzas que defendían la ciudad e incluso a la población civil. Ansiosos de que la vida siguiera, un grupo de muchachas organizó el concurso de Miss Sarajevo en los sótanos de los edificios derribados por la artillería y la aviación. Ganó una joven de 17 años llamada Inela Nogic. La historia se la contó a Bono, líder de la banda U-2, un periodista americano, Bill Carter, que realizó un reportaje de aquella elección de misses, producido por Bono, que emitió primero la televisión italiana (un canal de Verona) y luego la norteamericana. La canción que Bono compuso fue un éxito y su autor la tituló Miss Sarajevo. En una actuación de Bono y Pavarotti, dentro de uno de esos conciertos para la paz que organizaba el inolvidable tenor italiano, la cantaron juntos. La pieza musical consiguió impacto mundial y es todo un himno a la paz, a los horrores de la guerra y a la valentía de aquellas chicas, que desplegaron para la televisión una pancarta que rezaba así: “No dejen que nos maten”. Inela tiene hoy 47 años y ha ejercido de modelo en Amsterdam, donde reside. Yo pude ver las secuelas de aquella guerra de los Balcanes en edificios de Duvrovnik, en Croacia. Por ejemplo, un proyectil entró por una pared de la farmacia más vieja de la ciudad y salió por la de enfrente, en el interior de un viejo monasterio. A la ciudad la tiroteaban desde los montes cercanos, en un asedio que duró meses. El valor de la paz es infinito. Que se lo pregunten a los ucranianos, masacrados en la mismísima y civilizada Europa.