En el año 1887 Elisabeth Nietzsche, la hermana del gran filósofo que empujó su obra hacia el nazismo, y su marido Bernhard Föster se trasladaron a Paraguay. Con una misión: implantar allí la suprema raza aria. Fue un experimento supremacista excepcional que terminó en fracaso. Elisabeth Nietzche nació en Sajonia en el año 1846 y murió en Weimar en 1935, con 89 años de edad. Destacó, para desgracia del pensador, hasta que los expertos ajustaron, porque la obra de su hermano (dos años mayor que ella) quedó a su amparo luego de su muerte. Su nombre florido (Therese, Elisabeth y Alexandra) fue una elección de su padre por lo que había vivido: las mujeres allegadas a José, el duque regente de Sajonia-Altenburgo, de quien había sido tutor. La relación de Elisabeth con Friedrich fue íntima, hasta el matrimonio de ella con Bernhard Förster. La ideología fundó: un maestro que se convirtió en un colosal antisemita y una supra conservadora y nacionalista. De ahí nació la delirante idea de crear en el planeta un asentamiento ario “puro”. Förster miró el mapa. Vio la otra frontera, el mundo nuevo, el mundo que Colón borró para ser regenerado a imagen y semejanza de quienes lo sometieran. Paraguay resultó el país adecuado. Había transcurrido la Guerra de la Triple Alianza (1864-1869) por la que hubo de pagar impuestos a Brasil y a Argentina. El presidente Caballero decidió vender tierras a muy bajo precio. Förster lo supo y actuó. Convenció a 14 familias. Partieron de Hamburgo el 15 de febrero de 1887. Subieron por el río Paraná desde Buenos Aires. Llegaron al río Aguaraymy, a 300 kilómetros de Asunción, y comenzó la historia. El terror a la selva que cantara el proverbial Horacio Quiroga se manifestó: personas urbanas en medio de la nada, la humedad, el calor, los parásitos, las enfermedades (malaria) o las fieras (serpientes, jaguares…). Además la tierra en aquella zona no era cultivable. De donde la divina raza ahí no podría prosperar. La frustración rondó la cabeza del probo. Y como el descalabro no cabía en él, se suicidó en junio de 1889. Elisabeth regresó a Alemania cuatro años después. Cuando murió esa mujer, en el año 1935, al funeral asistieron Hitler y otros oficiales nazis del más alto rango. Nueva Germania hoy es un pueblo perdido en medio del monte. Cuenta con 6.000 habitantes. Y lo interesante es lo que sustanció el inicio. Pues se descubre: museo al respecto y cementerio con lápidas precisas: Schütt, Flaskamp, Hähner, Schubert, Haudenschild, Fischer…
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