elecciones 28-m

Otro día más en la oficina, pero cuatro años después

El extenso anecdotario de la jornada electoral deja un reguero de historias, con muchos personajes y algo de buen humor
Crónica jornada Elecciones 28-M
Un vecino, ante un panel con diversos carteles de la campaña electoral. / Sergio Méndez

Pues sí, otro día más en la oficina, pero cuatro años después. Ayer, 28 de mayo, fue día de elecciones, de las locales, de esas que confunden tanto al votante que llega al local y se ve delante de toda esa tonga de documentos de colores que seguimos pagando nosotros y nadie sabe si acaban en el contenedor del reciclaje de papel.

Otra jornada más, para muchos, la primera, para otros, una más. Y es que plantarse en la cola del colegio electoral 15 minutos antes de que este abra ya es sinónimo de tertulia y más cuando los que están delante son vecinos de toda la vida y más conocidos del barrio.

Las campanas de las iglesias de San Jerónimo empiezan a dar las nueve y las puertas aún no han abierto. El más despistado pasa por allí y al ver la cola pregunta: “¿Qué hay aquí hoy, pilates?”. Al ser respondido, se da cuenta de su desliz y asegura: “Yo vengo después, a última hora”.

Con el colegio electoral abierto comienza el desfile de personajes y llega el bélico. “Yo no sé para qué vengo, aquí lo que habría que hacer es meterle fuego a todos”, dice. Varias posiciones detrás, en la fila, alguien le contesta: “Si vas a venir a montarla, como siempre, pírate ya, que tengo un resacón que agüita, como para aguantarte”.

Más actores

De esta forma ya tenemos al bélico, al resacado y siguen apareciendo más actores y actrices. La pasota pregunta: “¿Hay que rellenar todos esos sobres?”. Y el bélico, a lo suyo, busca el que quiere. “Yo le voy a votar al de la reyerta del otro día en El Tablero”. “Ese es de Santa Cruz, oíste”, le espeta un operario de Valoriza que viene “de estar trabajando toda la noche” y anda loco porque se disuelva este primer tumulto para irse a descansar.

En la mesa electoral, en la del medio, como el de Los Chichos, aparece Yayi, una de las vocales. A todos los conocidos les dice lo mismo: “Este año me tocó”.

Una de esas personas de su confianza le suelta: “Pues yo no sé para qué vengo, al final estos hacen lo que les da la gana”. Entonces, el cura, incorporado a la conversación, aporta lo suyo: “Yo voto y que sea lo que Dios quiera”. De inmediato llega la réplica de la inconformista: “Pues si es lo que Dios quiera, a ver con quién va a pactar esta vez el Señor”.

“Buenos días padre, este año me tocó”, dice Yayi con el bélico abandonando ya el local e iniciando una conversación por fuera: “Yo ya voté, pero lo que tenía que haber hecho era meterles fuego a todos”.

Roberto el Cocodrilo pasa por delante en ese momento “con una calentura que te cagas”, porque vive a 20 metros del colegio electoral “y tengo que ir a votar al Pérez Soto”, que le queda como a diez minutos caminando, “pero cuesta arriba”.

En eso llega la deportista. Mira la app Strava que le marca 12 kilómetros de carrera a cuatro minutos y medio el kilómetro. Aprovecha la pausa en la cola para votar para tomarse el batido de proteínas. “¿Esto va muy lento? Es que quedé dentro de media hora en la zona de calistenia del parque de La Granja”, asegura. Le contesta Yayi: “Tranquila, mi niña, que te va a dar tiempo, a mí este año me tocó”. La deportista consulta el WhatsApp y tira otra pregunta al aire con difícil respuesta: “Mi hermano dice que si puede votar por videollamada”. Y se hace el silencio. Si la sesión de mañana fue rica en cuanto a anecdotario, la de la última hora de la tarde es legendaria. Ya no hay colas, siguen allí los interventores y todos esos cargos, también la policía y aparecen dos amigas del barrio, de esas de las de toda la vida. “Mi hijo quería venir a votar, pero se fue a hacer surf y me dice que está atrapado en la cola para salir de Taganana”, le dice la que parece más mayor a su compañera de aventura electoral.

Puede sonar a ficción, pero lo que viene fue absolutamente real. “Pues mi hija quería votar por correo porque está viendo una serie y llegó a la última temporada”. Entonces llega Yayi, las saluda con la poca efusividad que le queda dentro y las sorprende con su “pues a mí este año me tocó”.

Movimiento e incertidumbre en los barrios en una jornada tranquila

La sensación generalizada era que en estas elecciones había más movimiento en los colegios que en años anteriores. “Sí que parece que ha venido más gente a votar”, señalaba uno de los apoderados que estaban por el instituto Tomás de Iriarte, en el capitalino barrio de Miramar. Allí se escuchó también una de esas frases que no dejan duda sobre la infelicidad vecinal. “A ver cuánto tardan todos estos políticos en volver por aquí. Estoy seguro de que no vuelven hasta dentro de cuatro años cuando tengan que pedir el voto otra vez”, dijo.

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