tribuna

23J, duelo al sol

Arranca hoy el proceso de constitución de los parlamentos salidos de las elecciones del pasado 28 de mayo y el próximo sábado lo harán los ayuntamientos. Sin tiempo para reponernos de la toxicidad de la campaña anterior, estamos de nuevo inmersos en la guerra del fin del mundo. Ahora, segundos fuera, la batalla la libran el presidente del Gobierno y líder socialista y el presidente del Partido Popular, remake del duelo al sol de Jesse y Lewton redivivos en las personas de Sánchez y Feijóo. Sería deseable que, en lugar de ponerse como chupa de dómine y liarse a garrotazos, recuperasen la política con mayúscula, como la entendieron los diputados y senadores de la Legislatura Constituyente, a los que rindo homenaje al cumplirse esta semana 46 años de la memorable jornada vivida el 15 de junio de 1977, cuando España recuperó la democracia.

El tono de la campaña no discurre precisamente por la senda de la concordia abierta por los constituyentes, sino continuación de los debates que han mantenido Sánchez y Feijóo durante el último año y reflejo de la polarización política del Congreso y el Senado. No sé cómo saldrá el debate que Feijóo ha aceptado a Sánchez, pero lo visto hasta ahora se parece bastante a la pasada campaña, intercambio de eslóganes y descalificación del contrario. Sería triste que la radicalización que exhiben fuese una treta para mantener la clientela y retener o alcanzar el poder, pero sería peor tener que deducir que son posiciones fundadas en la satanización del otro, al que se considera enemigo y no adversario, e incapaz, por inepto o malintencionado, para conducir los asuntos públicos.

Parece que no habitan la misma galaxia. Si Sánchez asegura solemne que la economía española va como una moto, Feijóo dice enfático que está estancada. Si Feijóo proclama que gobernará solo, Sánchez lo niega y nos advierte que lo hará con Vox, “porque PP y Vox son lo mismo”. Pero pese a tanto ruido y confusión, tengo para mí que la mayoría de los ciudadanos no reconoce la España de 2023 en la caricatura catastrófica que pinta el PP y también que a muchos votantes del PSOE ya no les asusta Vox tanto como a Sánchez le gustaría.

Feijóo promete que si llega al Gobierno derogará la Ley de Memoria Democrática y pasará la escofina al sistema político para eliminar el sanchismo de las instituciones y de las leyes. Debería explicar también cuál es su propuesta para que España sea un país mejor para todos, cómo piensa bajar impuestos y a la vez reducir el déficit y la deuda y con quien pactaría si no alcanzase la mayoría necesaria para gobernar. Sería también de utilidad que Sánchez, que en esta campaña combina el mantra de que el Gobierno todo lo ha hecho bien o mejor con sonoros mandobles a los trumpistas, nos detallase en qué consiste su programa para avanzar y nos mostrase el carnet de baile para que sepamos quienes no le dejarían dormir si entrasen con él en un nuevo gobierno.

Si en todas las campañas electorales vuelan las argucias, el nivel de disimulo y engaño en estas elecciones alcanza cotas poco vistas porque se solapa con las negociaciones para constituir los parlamentos autonómicos y los ayuntamientos y, salvo acuerdos con formaciones regionales y locales, ninguno de los dos quiere enseñar la patita para que no se vea con quien pactarán si es necesario. El líder del PP -vísteme despacio que tengo prisa por llegar a la Moncloa- ha ordenado a los suyos congelar el tiempo y que no les vean negociar con Vox hasta después del 23 de julio. Y mientras Pedro Sánchez sobrevuela los caladeros a su izquierda (antes reservados para su vicepresidente segunda) para llamar a todos al voto útil para el PSOE, no sería de extrañar que alguno de sus fontaneros negocie discretamente con los que han sido su apoyo en la legislatura. Shhh, shhh, shhh, que no nos oigan.

Quedan 40 días de bronca, pero, gane quien gane, cuando termine el escrutinio y ya sea 24 de julio, saldrá el sol como cada día, abrirán las panaderías, funcionarán los cajeros automáticos y las guaguas, se celebrarán bodas, zarparán los barcos y la gente tomará el sol en la playa. El mundo no se habrá acabado a pesar del apocalipsis.

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