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Astrud Gilberto

Cuando Vinicius de Moraes, poeta, y Antonio Carlos Jobim, músico, se emborrachaban aquel día con caipiriñas en el Bar Veloso, cercano a la playa de Ipanema, no imaginaron que, juntos, iban a crear la canción más interpretada del mundo. Aquella joven de 17 años que pasaba por allí y los inspiró hoy diseña bikinis y ha posado para Play Boy; se llama Heló Pinheiro. El Bar Veloso, cuando yo lo visité, había cambiado su nombre por el de La Chica de Ipanema. Heló Pinheiro había iniciado una pequeña aventura norteamericana. Y Astrud Gilberto, que acaba de morir a los 83 años, una cantante de voz suave, que interpretaba jazz y bossa nova, se había casado hacía años con el músico Joao Gilberto, de quien adoptó el apellido. Compré, y perdí, el vinilo que grabó Astrud Gilberto en Nueva York con su marido y el músico estadounidense Stan Getz, una maravillosa fusión de los dos estilos citados, el jazz y la bossa nova, que de pronto se convirtió en objeto de colección. En la primera tirada ni siquiera aparecía el nombre de Astrud, que era una monada y una artista de las grandes, pero absolutamente desconocida. La Chica de Ipanema hizo fortuna y Heló Pinheiro, con el tiempo, llegó a adquirir cierta fama, que aún le dura: a su edad, 78 años, sigue siendo un bombonazo. Heló Pinheiro, como inspiradora de la melodía, y Astrud Gilberto, como intérprete, pasaron a la historia. En estos días ha fallecido esta última, sin que se sepa dónde; su nieta lo ha contado en redes sociales. Todos, menos Heló, han muerto, pero ahí queda el Bar Veloso, que nunca debió cambiar su nombre, con turistas alongados en la puerta a ver si vuelve a pasar la Chica de Ipanema: Moça de corpo dorado do sol de Ipanema o seu balançado è mais que un poema… camino do mar.

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