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De Putin a un policía local de Murcia

Que el mundo implosiona -ahora todo implosiona, nada explosiona- lo sabemos. Putin, el zar más envenenador de todas las Rusias, el del polonio en los higadillos de sus enemigos, ha logrado que el jefe del ejército de mercenarios que usa hasta Maduro, no llegara a Moscú, que se parara por el camino. Desde Rostov, ciudad de un millón y medio de habitantes, tomada por Wagner en un minuto, a Moscú hay 1.000 kilómetros, pero el ejército de mercenarios del ex cocinero de hamburguesas callejeras, Prigozhin, llegó a unos cuatrocientos de la capital. Por el camino iban matando a los viejos y cansados soldados rusos, como para entretenerse. Debió darse cuenta el hamburguesero que lo suyo era un disparate, porque de pronto se detuvo, habló con Putin y aceptó un exilio dorado en la Bielorrusia del colega Lukashenko. Se trabucó el zar porque ha dicho, en un discurso de cuatro minutos, que sus mercenarios serán “o ajusticiados o enviados a Bielorrusia”. ¿En qué quedamos? Mihura escribió Ninette y un señor de Murcia. No tiene nada que ver Murcia con Moscú, ni con ninguna Rusia, ni con los mercenarios de Wagner, pero sí con un guardia municipal. El madero murciano suspendió un concierto de Rocío Sáiz porque la cantante se sacó una teta mientras cantaba. Siempre lo hace, pero parece que al gendarme -no de St. Tropez, sino de la tierra del pimentón- no le parecía bien que Rocío sacara su teta al fresco. Les digo a ustedes, desocupados lectores, que el mundo se ha vuelto majara. Prigozhin, por la autopista, conquistando Rusia, sin que casi nadie le saliera al paso, y un guindilla de Murcia abortando un concierto por leso tetamen. Tierno Galván se sentó en las rodillas de Susana Estrada, ella en tetas, durante un concierto, en la bendita Transición. ¿Vamos o no vamos para atrás?

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