Cuando yo era joven, o sea hace muchos, muchos años, estaba de moda el cha-cha-cha, que es un baile animado y divertido. E hizo fortuna una canción que se titulaba La culpa es del cha-cha-cha. La cantaba todo el mundo y sonaba en todas las discotecas. Ahora, tras la debacle electoral, Sánchez se empeña en atribuir a la prensa su desatino, sin tener en cuenta que la culpa fue del cha-cha-cha, no de Carlos Herrera ni de Ana Rosa Quintana. Obviaré calificaciones políticas profundas para adentrarme sólo en la lógica: pactar con Bildu (etarras) es mucho más grave que pactar con Vox, partido desde luego situado demasiado a la derecha. Los españoles no olvidan los crímenes de ETA y para salvar un culo no hace falta aliarse con miles de culos, bastante cagados por sus crímenes. Esos culos son los de Bildu. Ahora hay elecciones y si el PSOE quiere quedar bien -tarea harto difícil- tendrá que ser sin el gran manipulador. Ya sé que no hay tiempo, pero para qué arriesgarse. Sánchez está amortizado porque no hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista. Espero que no se vaya a la OTAN porque Gambia podría invadir los Estados Unidos: esto, con Sánchez ahí, ni siquiera estaría al filo de lo imposible. Los socialistas analizan su derrota municipal y autonómica, pero no vale la pena. A mí me entristece que Ángel Víctor Torres, a quien no conozco personalmente, no vuelva a ser presidente de Canarias; es una gran persona y lo hizo muy bien. Pero hasta que no se den cuenta de dónde está la raíz del problema los socialistas no tendrán capacidad de reacción. Sus pactos con la extrema izquierda respondieron a intereses personales del jugador -malo- de baloncesto. Jamás a intereses de España y del partido. Y así les fue. ¿La culpa?: del cha-cha-cha.