La izquierdona, en su delirio gramatical bufo, pone de moda palabras que repiten como guanajos sus miembros, porque los palabros vienen de arriba, de quienes mandan. Los de abajo son papagayos. Por ejemplo, la estupidez de la resiliencia, una olvidada voz que en sicología se usa para definir la capacidad de una persona para superar situaciones traumáticas. Un ejemplo, Irene Montero está huera de resiliencia. Y el argentino Echenique también. Trasversal, otra de las voces de moda, más debería aplicarse al tráfico y a las calles de una ciudad que a una doctrina política que renuncia a la vieja definición de izquierda/derecha. La izquierda/derecha, queridos trasversales, existe. Pregunten, si no, a Yolanda, la liquidadora de Podemos. Mi amiga comunicante insiste en que la gente confunde oír con escuchar. Oír es percibir algo por vía auditiva, escuchar es oír con atención. La mayoría de la gente oye, pero no escucha. Los políticos y el lenguaje son enemigos, ni aprenden nada ni enseñan un carajo. El borreguismo más letal para el país anida en los distintos organismos e instituciones. Se escuchan verdaderas burradas en los discursos políticos y se pone de manifiesto la falta de cultura general de quienes ocupan las tribunas. Este es un país raruro y cada vez más bruto, que no entusiasma a nadie. Ahora todo apunta a que vendrán otros. Llegan con una ventaja: que los anteriores lo han hecho tan burdamente que no les podrán recriminar nada a los nuevos. No voy a dar muchas pinceladas políticas más, porque ya saben ustedes que lo mío es la gracia paralela y la ocurrencia mundana. Pero, coño, algo tengo que decir, aunque a veces me tachen cosas -de manera cariñosa- porque uno no es Dios, que sabe todos los secretos del periodismo. O eso creo. Y eso.