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Segunda edición

Para la segunda edición de mis Memorias ligeras -de la primera no queda un solo ejemplar- estoy escribiendo un epílogo, en el que intento colar todo lo que se me olvidó en el texto primerizo. Eso, un cajón de sastre. No incluiré otras fotos porque esto haría más engorrosa esta segunda edición, aunque se quedaron algunas fuera de la primera. Un amigo de Madrid me dice que en el texto se echan de menos vivencias íntimas, pero yo no he querido ahondar en mi vida privada, por si se me cuela algún momento triste, escabroso o indiscreto, que he tenido bastantes. Tampoco unas Memorias deben ser siempre una confesión, sino que yo más las veo como un relato ameno y desenfadado de acontecimientos más o menos pintorescos de una vida que dura 75 años; demasiados para recordarlo todo, a pesar de mi buena memoria remota. Este último capítulo me está trayendo a la mente acontecimientos que permanecían en un rincón de mi cerebro, tan apartados del resto que no habían querido salir. Ahora lo he conseguido. Serán doce o catorce folios, no más, que completen el relato anterior y hagan distinto el texto de la primera edición, como he dicho ya agotada. Espero que mi editor, Antonio Salazar, dé el libro a la estampa cuanto antes para que esté listo para después del verano, una vez superados los tensos momentos electorales que se vislumbran. Habrán notado ustedes que en esta sección no he escrito ni una sola línea de política, tras la consulta electoral de mayo, pero es que la política ha llegado a darme asco y, además, hoy la libertad de expresión es mucho más pacata que la que existía en España tras la bendita Transición. Así que cumpliré la promesa hecha a mí mismo de no meterme en berenjenales. Y así, además, duermo mejor.

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