Juan Inurria Nieto nació en Dos Hermanas, provincia de Sevilla, en 1967. Para ganarse la vida fue botones de una gestoría y su contacto con el mundo de la justicia –yo siempre la escribo con minúscula— le animó a opositar y convertirse en funcionario de esa administración. Fue motero y miembro de un famoso moto club internacional, con el que viajó por el mundo. También ejerció de fotógrafo y expuso una colección de instantáneas de mujeres (M-M, Motos y Mujeres), que conoció el éxito. Algunas de esas fotos fueron portada de prestigiosas publicaciones. Más tarde se licenció en derecho y se hizo abogado y mantiene un despacho de éxito en Santa Cruz de Tenerife, con franquicias en otras ciudades de la Península. Ha hecho interesantes incursiones en la moda –tiene su propia marca, Inurria Style–. Se vino hace ya muchos años a Canarias y aquí nació su único hijo, Juan Antonio, que el año próximo será socio de pleno derecho del despacho. Juan habla siempre claro, sin pelos en la lengua; por eso ha escrito un libro para que los demás puedan hacer lo mismo: ¿Qué me puede pasar si te llamo gilipollas? (Editorial La Gaveta Económica), desde hace meses presente en las librerías y en Amazon. Se ha especializado en los delitos contra el honor, la propia imagen, Internet, etcétera, aunque Juan toca todos los palos –menos el derecho fiscal, que detesta–. Lo conozco tan bien que me podría inventar la entrevista, pero mejor que no, para que no me caigan encima los peligros anunciados en su propio libro. Un tanto estrafalario en su vestimenta, él está convencido de que es un hombre elegante y puede que tenga razón. En todo caso combina bien los colores y cultiva bien a su legión de amigos, que a veces parece una legión romana.
-¿Estoy en mi derecho si pongo justicia con minúscula?
“Sí, estás en tu derecho y, en el Reino de España, puede incluso estar justificado”.
-¿Vivimos en un estado de derecho?
“Lo pone la Constitución y para ejercer te lo tienes que creer. Vamos a ver. Puede resultar raro que Griñán esté fuera de la cárcel y que Ignacio González, que era un hombre de unos valores extraordinarios, falleciera en una prisión. Quiero decir que, como establece la Constitución, todos los españoles somos iguales ante la ley, pero la ley no es igual para todos los españoles”.
-¿Habrá alguna vez en este país unidad de doctrina en los tribunales?
“Eso se pretende y debería ser así; ojo, digo debería, no que se consiga”.
-Te voy a hacer la misma pregunta que le formulé a Eligio Hernández. ¿Es lógico que el juez y el fiscal entren en la sala de audiencias por la misma puerta privada y el defensor no comparta el mismo privilegio?
“No, no es normal. A mi modo de ver eso tiñe el escenario de falta de independencia, al menos a primera vista. Por ejemplo, algunos compañeros que ejercen en otro continente, hablo del sistema judicial americano, se echan las manos a la cabeza cuando se lo cuento. Piensen los lectores que la sede de la fiscalía en este país suele estar en el mismo edificio de la sede judicial. Es decir, jueces y fiscales juntos”.
-¿Estás diciendo que puede haber contubernios raros?
“No, eso jamás. Lo más raro que puede existir en la justicia son mis corbatas. Y yo estoy diciendo lo que estoy diciendo”.
-¿La justicia española está bien vista en Europa?
“No, y a los hechos me remito. Sólo tienes que mirar las correcciones que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea le mete con cierta frecuencia al sistema judicial patrio. Esto no significa que no haya miles de grandes profesionales, de jueces bien formados que dictan sentencias justas y de fiscales que aplican el derecho y el sentido común. Siempre he distinguido a los jueces de vocación y a los de imposición y esto se nota mucho en mi práctica diaria”.
-¿Es verdad que a nadie le interesa solucionar los problemas de la justicia?
“Llevo más de treinta años relacionado con este mundo y he visto a varios gobiernos simulando que han logrado una solución para la justicia. La justicia es una especie de Cenicienta, en medio de un país híper regulado, con normas que se dictan casi a diario y que ofrecen una inseguridad jurídica terrible. De ahí que se produzcan resoluciones dispares en cada rincón de España y de ahí esos atascos endémicos en la administración de justicia. Por ahora nadie ha sido capaz de encontrar y de poner en práctica un sistema con la perfección que tiene la justicia en otros países, sobre todo en los anglosajones”.
-¿Qué me puede pasar por llamarte gilipollas?
“Nada, porque sin intención no hay ofensa”.
-¿La ley del honor, la intimidad y la propia imagen de UCD, que no hace más que desarrollar un precepto constitucional, es justa?
“En su día se definió como una trampa saducea para el periodismo, en las modalidades de entonces: prensa, radio y televisión. Y aportó cosas interesantes. Hoy, con las redes, todo ha cambiado, la ley no se ha modificado y nos movemos en el terreno de la doctrina creada por los tribunales, tanto los de instancia como el Supremo y el Constitucional, que les han dado o no la razón a las sentencias iniciales”.
-Con las nuevas normas de los abogados: las tutelas, el máster, todo eso, ¿ha mejorado la profesión?
“La abogacía tiene dos vertientes, o tres. La preparación profesional, la oratoria y el razonamiento en las vistas y, sobre todo, el sentido común. Con las nuevas exigencias a los jóvenes abogados, la preparación es más adecuada, la oratoria y el razonamiento se adquieren y el sentido común es el menos común de los sentidos. En cualquier caso, las generaciones futuras siempre mejorarán las presentes y hay un vivero muy bueno de jóvenes abogados y abogadas”.
-¿Qué está primero, la ley o el sentido común?
“Si la ley es buena será porque ha prevalecido el sentido común del legislador. Pero todo esto donde se ve es en su aplicación”.
-Se atribuye a don Arístides Ferrer la frase de que “la contabilidad es una cosa de cretinos”. Algunos cuestionan su autenticidad, que te traslado a la abogacía: ¿El más tonto es abogado?
“No, el más tonto es el que estudia menos”.
-¿Hay mucho inocente en la cárcel?
“Quiero pensar que no, que muchos no. Pero los hechos nos han demostrado que los hay. Y que estas cosas pasan, lo hemos leído recientemente en los periódicos”.
-Se comenta la dureza de la sentencia de Las Teresitas, en comparación con casos más graves castigados con menores penas en toda España.
“Fue un caso muy mediático y con él se quiso dar ejemplo al juzgar ciertos comportamientos; pero yo soy tremendamente respetuoso con el trabajo que se lleva a cabo en las actuaciones judiciales y con las resoluciones, sobre todo si son firmes”.
-¿Tienes miedo?
“No sé qué es eso. Se dice que hay que tenerlo para sobrevivir, pero carezco de muchas cosas y de miedo también. A la justicia no se le debe temer nunca, porque quienes la imparten deben ser imparciales y justos. A la justicia hay que respetarla”.
-¿Y crees en ella?
“Si no creyera no ejercería como abogado”.
-¿Funciona bien la justicia en España? A lo mejor estoy repitiendo la pregunta.
“No, funciona mal pero quiero aclararlo. Funciona mal administrativamente y procesalmente hablando. Al ser tan garantista, los procesos penales se eternizan, lo que le favorece a los investigados. Pero no hay que perder de vista otras jurisdicciones, la civil, la de familia, todo se atasca y se estanca. A mí me están llegando hoy señalamientos para 2025 de asuntos que presenté en 2020”.
-¿Qué pretendes con tu libro, Juan?
“Que lo lean. Y si después de hacerlo han podido despejar dudas o responder a algunas cuestiones, mejor. Lo que pretendo es ayudar y que podamos expresarnos en libertad, porque a veces parece que no es psible. En ese libro pretendo mostrar cómo se puede sortear la opinión emitida, sin daño para el que la expone; circulando hábilmente por las insondables veredas de la justicia y siempre opinando y expresándonos con el máximo respeto”.
-En Canarias ha habido una legión de letrados importantes. ¿Citarías a alguno?
“Yo a muchos de los grandes abogados no los conocí, por razones de edad y del momento de mi llegada aquí, aunque ya hace muchos años. Pero tengo que citar a Manuel González de Aledo, a Gonzalo Cáceres y a José Luis Sánchez Parodi, hijo, por acordarme sólo de algunos, entre otros muchos otros que sería prolijo nombrar. Ellos fueron maestros del derecho, en sus distintas especialidades. Y yo me considero un artesano del derecho, como sabes”.
-¿Admiras a los magistrados humanistas?
“Por supuesto. Ahí está Eligio Hernández, un maestro, un hombre justo, un socialista íntegro, un hombre cultísimo, un humanista en todo el sentido de la expresión; a José Luis Sánchez Parodi, que fue uno de los grandes especialistas en Azaña y en su tiempo; y a muchos más. Los magistrados humanistas son una garantía y sus sentencias suelen quedarse en las bibliotecas como obras históricas de consulta”.
-Cuándo te duermes, ¿con qué justicia sueñas?
“Cuando me duermo no sueño con la justicia, ni tampoco con su entorno. Cuando duermo, duermo; nada ni nadie me quita el sueño”.
-¿Están preparados para el hipotético gran reto de la reforma los funcionarios de justicia?
“Sí, muy preparados, o al menos esto pienso. Pero sin medios, materiales y humanos, esto se convierte en una misión imposible. Son necesarios más jueces, más funcionarios que auxilien en las oficinas judiciales. La sociedad crece y con ese crecimiento crecen también sus problemas. Pero se piden soluciones con medios del siglo pasado”.
-Tú has estado ligado, como letrado, a medios de comunicación. ¿Qué tipo de periodismo se hace ahora?
“Se practica más el sensacionalismo, que no es realmente periodismo. El periodismo escrito es aceptable. Pero existe más manipulación que nunca en los audiovisuales y, por supuesto, en los digitales, que en ocasiones son creados únicamente para defender determinados intereses, no para informar al público, ni para cumplir con su función social. Algunos parecen libelos”.
-¿Ves déficits en la libertad de expresión?
“Los hay. Yo añoro aquel periodismo libre de la Transición, periodismo con menos miedo que ahora en el que la autocensura y la censura empresarial están triunfando. ¿Por qué? Porque, desgraciadamente, las fuentes de financiación del periodismo están demasiado ligadas a la cosa pública y eso tiene un peso, que no hemos podido soportar. No pasa sólo en España, aunque en España ocurre con mayor frecuencia, sobre todo en los últimos años. No ha sido una década demasiado buena para el periodismo libre”.
-¿Y en cuanto a la admisión por los tribunales de muchas demandas disparatadas?
“Se admite cualquier demanda, por muy disparatada que sea, y eso lo que hace es crear un tapón en los juzgados y en las instancias superiores. Y cuesta mucho dinero al contribuyente. El auto de admisión es demasiado cómodo muchas veces”.
-¿Te has arrepentido alguna vez de ser abogado?
“No, jamás”.
-¿Has pensado en una retirada honrosa para dedicarte a escribir, o a la moda?
“No; mientras pueda ayudar a los demás, lo haré”.
-¿Un momento emocionante de tu vida?
“Cuando mi hijo Juan Antonio le salvó la vida a mi mujer, Queca, porque se dio cuenta de que estaba sufriendo un ictus. Ahora ella está saliendo adelante”.
-Tú eres creyente, así que sigue pensando que fue un milagro.
“No tengas la menor duda”.