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Mi sitio

Yo ahora no sé dónde está mi lugar, ni en este mundo, ni en esta profesión. La edad hace que lo vayas perdiendo, aunque recuerdo un verso de León Felipe que dice: “Ya vendrá un viento fuerte que me lleve a mi sitio”. No creo que el poeta se refiriera a mí, ni a otros como yo. En realidad, mi sitio siempre ha estado en la crónica, en el reportaje y en la entrevista. Mi salto a la novela fue ocasional y aunque tuve cierto éxito no se puede comparar con el otro. Me dice mi editor, Antonio Salazar, que ha llegado la segunda edición de mis Memorias, cuya primera se agotó en una semana y ahora vienen otros 1.000 ejemplares para las librerías. González-Ruano pidió pocas fotos dedicadas en su vida. Que yo sepa, sólo dos a los colegas escritores, una a don Pío Baroja, cuya amistad cultivó, y otra al solitario del Palace, Julio Camba, uno de los más finos periodistas de la historia de España, un genio con las palabras, un gallego listísimo, que viajó mucho, escribió mucho y se interesó nada por esta profesión de locos. Ruano sí pedía fotos a la realeza. Miraba Camba con desprecio los periódicos y miraba con mayor desprecio lo que él escribía en los periódicos. Ruano decía que Camba era tan desconcertante que ni siquiera hablaba mal de nadie. Umbral, que tenía muy mala leche, gritaba siempre que don Antonio Buero Vallejo entraba en el Café Gijón: “Ahí viene don Antonio Bueno Vallejo, que en paz descanse”. Las tertulias, en ese café, se convertían en oficio de porteras, incluso hablando alto los asistentes, como don Camilo. Dicen que, una vez, Cela metió en una piscina al periodista del corazón Jesús Mariñas, de un empujón, porque se acercó demasiado para entrevistarlo. La verdad, no lo tengo confirmado y han muerto ambos. Qué pena.

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