La franja del litoral comprendida entre el malpaís de Rasca, Arona, y Guía de Isora, es una de las zonas de Canarias que más trasformaciones ha sufrido en las últimas décadas, hasta el punto de crear un entorno que nada tiene que ver con el que había y que corre serios riesgos de desaparecer. “Estamos asistiendo a una pérdida masiva de playas naturales por la acción humana”, alerta el doctor en Geografía e investigador Néstor Marrero Rodríguez, del Instituto de Oceanografía y Cambio Climático Global (IOCAG) de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, quien, además, advierte de que las transformaciones acometidas por los seres humanos deja indefensas a las playas frente a los efectos del cambio climático.
Marrero Rodríguez forma parte de un equipo que en los últimos meses ha analizado los cambios, transformaciones y comportamiento de 450 playas de toda Canarias, una investigación de la que forman parte el propio IOCAG y el Departamento de Geografía e Historia de la Universidad de La Laguna. Y tiene claro que las mayores transformaciones se han llevado a cabo en la franja litoral comprendida entre el malpaís de Rasca y el municipio de Guía de Isora, junto con el sur de Gran Canaria.
Además de analizar la acción del ser humano en las playas, el equipo de investigadores ha analizado las reseñas que dejan los visitantes en Google Maps y han encuestado a 850 personas sobre los gustos de la población foránea y residente. “Seguimos transformando el litoral para gustar. No “vendemos” lo que es Canarias, sino que la cambiamos para adaptarla a las preferencias de los turistas”, explica este experto, que resalta las primeras conclusiones sobre los gustos, sacadas de las reseñas online mientras se ordenan y se estudian las encuestas realizadas.
Las preferencias indican que los usuarios de las playas prefieren que estas sean naturales de arena, en segundo lugar transformadas de arena (arena rubia, por ejemplo, en los lugares en los que esta era negra originalmente), y, en tercer lugar, de callao.
Lo cual, sin embargo, iría en contra de lo ocurrido en las últimas décadas. “Históricamente se ha considerado que se prefiere la arena rubia frente a la natural negra o el callao”, incide Néstor Marrero, quien subraya, además, que “transformar playas cuesta mucho dinero. Una recarga de arena, por ejemplo, supone 500.000 euros, mientras que proyectos de construcción de una nueva playa puede llegar a los 25,4 millones de euros, en casos como en el de Santa Cruz de La Palma”, recuerda este investigador.
El estudio ha evaluado ocho tipos de cambios en las playas canarias: el color del sedimento, el tamaño del grano, si ha habido alimentación de la playa, la construcción de infraestructuras para modificar las olas, la creación de playas artificiales donde no las había, la generación de paseos litorales o no, la construcción de puertos deportivos y la modificación de las superficies de las playas.
Una de las conclusiones de la investigación es que las playas tienen memoria. En El Médano, por ejemplo, la dinámica dunar aún se corresponde con las alteraciones sufridas por la extracción de áridos hace más de cuarenta años.
Además, cuando las playas no han sufrido intervenciones humanas, estas son capaces de responder o de defenderse ante cambios como la subida del nivel del mar, oleajes de tormenta o la reducción en los aportes de sedimento.
Uno de esos mecanismos es que, ante tormentas estacionales, pierdan la arena y se llenen de callao hasta que van recuperando la normalidad y el callao dejara paso de nuevo a la arena de cara a la llegada del verano.
¿Qué se puede hacer para remediar esta situación? Para este investigador, “tenemos un litoral tan transformado en el sur de Tenerife que es impensable renaturalizarlo todo. Lo más adecuado sería devolver las características naturales a aquellos tramos en los que sea viable, conservar el litoral que aún no ha sido alterado y que las universidades y la Administración se den la mano a la hora de acometer transformaciones porque la realidad es que nos estamos cargando el litoral a pasos agigantados. Lo ideal sería que la gestión estuviera basada en la investigación científica”.
“En las próximas décadas las playas van a sufrir un estrés importante por el cambio climático y la transformación humana las ha dejado sin herramientas naturales para poder adaptarse. Con la subida del nivel del mar, muchas de estas playas, tal y como las conocemos, no van a sobrevivir porque hemos cambiado el proceso de respuesta natural ante los distintos fenómenos. Ejemplo de ello es que las playas no tienen espacio hacia el interior donde reubicarse por la construcción de paseos litorales.