Por Vicente López / Juan Carlos Batista (Tenerife, Tegueste, 1960) inicia su andadura artística en 1985. Considerado como uno de los referentes más sólidos en el panorama del arte canario, cuenta con más de 30 exposiciones individuales, en ciudades como Madrid, Barcelona, Nueva York, Berlín, Palma de Mallorca o Bratislava. Instituciones culturales insulares, como TEA y la SAC, en Tenerife; el CAAM y La Regenta, en Las Palmas de Gran Canaria, o el Instituto Juan Ismael, en Fuerteventura, han ofrecido extensas exposiciones sobre su trabajo.
JCB, siguiendo la estela epidérmica de los maestros del pop, donde en la facturación y superficie de la obra se encuentra todo el poder de doblegar la mirada y conquistar la voluntad del espectador, dota a todas sus creaciones de una ejecución precisa, de una puesta en escena que nos muestra un despliegue y dominio de lenguajes artísticos diversos, como el surrealismo, el romanticismo, el realismo, el cubismo o el pop, entre otros, y que, amparado en el eclecticismo de la practica artística contemporánea, presenta su trabajo bajo los formatos de fotografía, escultura, impresión digital o dibujo.
En la obra de JCB la compleja disyuntiva entre presentación y contenido, superficialidad y profundidad, se resuelve trabajando incansablemente en la manipulación de imágenes y objetos, tanto aplicando sobre ellos el abanico de posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías como ejerciendo un exhausto análisis de las posibilidades discursivas que la cultura artística nos ofrece para su intervención o reedición. De esta manera, el artista presenta sus piezas con un sólido marco estético y teórico.
Las piezas expuestas en la Galería Artizar de La Laguna el pasado julio forman un conjunto coherente y cohesionado, donde encontramos pintura mural, esculturas y dibujos, usando materiales como el bronce, la madera o el papel tintado. La tendencia del artista por trabajar con objetos e imágenes ya hechas ha llevado a JCB en esta exposición a deconstruir figuras de madera, en su mayor parte artesanías africanas, para convertirlas en sofisticadas esculturas de corte informalista y cubista. Con este planteamiento, el artista pone de manifiesto el cinismo con que el colonialismo occidental extrae y transforma la materia prima del continente africano para su uso y disfrute. Paralelamente a esta lectura, la fragmentación y nueva reorganización de los objetos muestran la necesidad forzada del sujeto en reinterpretarse constantemente, o simple y trágicamente nos señalan la ruptura personal bajo la presión de los estándares sociales. En sus dibujos, donde no se ocultan su origen apropiado, mezcla e intercala signos y gráficos actuales con trazos de artistas como Millares o Durero, en una dura pugna que borra los limites realistas de la figuración, convirtiendo el papel en soporte de una composición abstracta en tinta negra donde se intuyen o reflejan los conflictos y enfrentamientos que tensan nuestra sociedad.
La fuerza discursiva en la obra de JCB se centra, desde sus inicios, en la revisión de la condición humana, que se presenta como conflicto permanente, apuntando el artista a Francisco de Goya como su autor más admirado. La exposición de JCB en la Galería Artizar, No verlas venir, sitúa al espectador en el epicentro de su discurso conceptual, cimentándolo sobre la elección de la obra de Millares que muta en metáfora, en un territorio asediado por la intolerancia. Batista, en esta nueva entrega, alza la voz contra el enfrentamiento ideológico, la aparición de totalitarismos, la deshumanización del sujeto, y los conflictos sociales.
Y es que, como sentencia el propio artista, “en tiempos convulsos la cultura muestra su cara más vulnerable”.