Por Pascual Gil Muñoz, director-conservador del Parque Nacional de Timanfaya
He sido director de extinción de incendios forestales durante más de 20 años, principalmente en Tenerife, pero también en La Palma, El Hierro y La Gomera. Ahora vivo y trabajo en Lanzarote donde no hay incendios y debería estar durmiendo la siesta, pero no puedo. He contactado con compañeros Brifor, tanto brigadistas, como agentes y técnicos, y todos me han contado lo mismo: “Esto está imposible. Todo lo que hacemos le da igual al fuego. Se lo salta todo. Quemas, líneas, carreteras,… todo. Nada funciona”. En 2009 escribí en la prensa “el fuego es como un tsunami”, y ese artículo es perfectamente válido para el incendio de estos días en Tenerife. Solo que esta vez el incendio no es dominado por el viento, sino por la topografía. La zona que está ardiendo es de las más escarpadas de Canarias, con pendientes que muchas veces son verticales, donde al arder una copa las llamas calientan e inflaman las que tiene más arriba, e incluso se producen deflagraciones cuando el combustible que hay ladera arriba está tan caliente que arde espontáneamente sin que le lleguen las llamas. Hemos visto imágenes de llamas que son el doble de la altura de los pinos y esos pinos alcanzan muchas veces los 30 metros. No hay medios humanos que puedan detenerlo en esas circunstancias, y el agua de los medios aéreos se evapora antes de llegar al suelo. Lo escarpado del terreno y la falta de accesos hace que no existan rutas de escape seguras para los combatientes que estos días, una vez mas, se están jugando la vida para intentar contener el fuego. Los peores incendios en Canarias ocurren a finales del verano, después de episodios repetidos de tiempo sur y continental sahariana, que dejan todo el bosque reseco y marchito, yesca lista para arder. Aunque en la costa haya brisa fresca y temperaturas de 20 grados, en la cumbre es muy distinto, el aire es caliente y seco. Ahí arriba, por encima del alisio, el incendio ha creado su propia meteorología que se retroalimenta, para extenderlo, para que corra deprisa, ya que esta es la estrategia de supervivencia del pinar canario, y a su vez la dificultad del operativo de incendios. La situación es dura, muy dura, pero aún así quiero lanzar un mensaje de esperanza a la población de Tenerife. Las personas que están trabajando allí son de los mejores profesionales del mundo, ya han vivido situaciones muy parecidas, y harán todo lo que hoy en día es posible hacer para retener el avance del incendio. Apurarán al límite del agotamiento, de la seguridad, del esfuerzo, porque viven el monte como si su savia corriera por sus venas. En algunos flancos conseguirán pararlo y de hecho ya lo han conseguido, en otros será imposible y habrá que esperar a que el incendio llegue a zonas menos escarpadas y con menos combustible para tener una oportunidad. No desesperen compañeros, no arriesguen más de lo que ustedes saben, la seguridad de las personas, siempre lo primero. Y además el monte canario rebrota. Esta es la gran bendición. La mayor parte de lo que está ardiendo ya ardió en el año 95, incendio en el que me estrené, y hasta hace unos días era un pinar precioso con su sotobosque de monteverde en el norte y de jara, chahorra y codeso en el sur. ¡Mucho ánimo, mucha fuerza y mucha suerte, compañeros!