Uno intenta ocupar una posición de equilibrio en esta España de odios y no lo consigue. Siempre obtendrá la respuesta de quienes lo llamen flojo o, por el contrario, lo tachen de facha, carca o viejuno, que últimamente ha pasado a ser un insulto y una descalificación. Lo malo es que quienes lo hacen no tienen una edad determinada ni pertenecen a una generación, sino que siguen los argumentarios ideológicos dictados por sus organizaciones políticas. En este caso se confunde el sentido común con cerrar filas ante las consignas. El que no lo hace será castigado con el desprecio. Por eso me asaltan tantas dudas a la hora de escribir, y sufro la tentación de renunciar a expresar mis opiniones no sea que vaya a ser arrasado por el tsunami del vituperio. Intento probar con otra cosa, pero la actualidad es tan imperiosa que no puedo sustraerme a hacer el comentario en torno a lo que sucede a mi alrededor, en lugar de describir los amaneceres que veo cada mañana desde mi ventana. Mejor me iría y no me expondría a perder a mis amigos. Por otra parte pienso si hacer el panegírico del cielo en calma y el sol asomando tranquilo por el horizonte, no será una postura negacionista del cambio climático. Ya no sé qué pensar. Por cualquier lugar que derive siempre me va a coger el toro. Tal vez me convenga más hablar de los lagartos que tengo en el patio. Me han dicho que se comen a las cucarachas, y debe ser verdad, pues en todo el verano solo vi a una que andaba desorientada. Yo creo que por rara y por escasa le perdoné la vida. Los lagartos no debían tener hambre ese día. Luego está lo de la sospecha de que te van a poner a parir, o de que tus seguidores van a recibir con tibieza los temas que tratas, sobre todo para no comprometerse. He visto el mitin manifestación del PP en Madrid. Ya sé que no debo ver esas cosas, pero lo hago para estar informado, igual que leyendo El País y La Vanguardia cada mañana. También leo otras publicaciones. En el mitin se habló de igualdad, de Constitución y de amnistía. También se intentó dejar claro que el fraude consiste en haberla rechazado en la campaña electoral, y se hizo mención a las viejas guardias de los partidos. Eso era lo esperado. Una distinción entre los socialistas viejos y los nuevos; un viaje a ninguna parte si lo que se intenta es reclamar la abstención de los sensatos. Desde la otra parte se les acusa de intentar el tamayazo y a otra cosa mariposa. Feijóo dijo que ganará las elecciones ahora o un poco más tarde, haciendo una alusión a una posible repetición electoral. No se argumenta igual en Ferraz que en Génova, y los de esta última sede, que son todos del barrio de Salamanca, presumen de unidad mientras a Guerra le cae la del pulpo por haber dicho que Yolanda va a la peluquería. ¿Y qué? Yo fui el otro día a unos chinos para que me cortaran las uñas de los pies. Menos mal que no llevo sandalias y nadie se da cuenta, porque si no me llaman de todo, de una parte y de la otra. Unos por hacerme la manicura, o como se llame para los dedos de los pies, y otros por explotar a unos pobres chinos que me cobraron veinte euros por la operación. En fin, que ya no sé para donde mirar ni de qué hablar. Puedo hablar de la boda de Suso Purriños o de que ayer me tropecé con Los Gofiones en la plaza de La Concepción, que se ha convertido en el lugar de encuentro de los nostálgicos de todas las islas. A poquito a poco he terminado este artículo para decir algo sin que aparentemente haya dicho nada. A ver que escribo mañana para no comprometerme demasiado. Mi prudencia no me da para más. Hablando bajito.