Todavía me pregunto si hicimos bien en entrar en Europa -me refiero a Canarias- o no. Todavía no sé si añorar los puertos francos que nos hicieron estar en el mundo, o no. Y todavía no sé cómo no se ha hecho caso a mentes lúcidas como la de José Carlos Francisco para cambiar nuestro modelo económico. La gasolina está casi a la par que en la península. Y la gasolina barata era una seña de identidad de Canarias. Y los alimentos, un 30% más caros que en la España peninsular. ¿Por qué esa falta de respeto a Canarias? ¿Por qué se anuncia, y seguramente se procede, a una bajada de los portes (subvencionados) si luego los productos se venden más caros? ¿Dónde está la vergüenza y la responsabilidad de los abastecedores y de sus intermediarios? Cataluña dice que España le roba y es mentira, España subvenciona generosamente a esa región. Y protege su dialecto, que ellos llaman idioma, que en todo caso procede del castellano. Pero Canarias, sus timoratos gobernantes, permanece callada y sus dirigentes nacionalistas sólo especulan con el disputado voto del señor Cayo. ¿Nos engañaron convenciéndonos de que entráramos en Europa? No sé. Decían que se iban a eliminar los paraísos fiscales; era mentira, siguen existiendo y muy cerquita de nosotros: ¿O no lo son Andorra y Gibraltar y las islas del Canal? ¿Por qué Canarias, que recibe catorce millones de visitantes al año, no lo es? No sé. Pero me da que esas concesiones chiquititas que se nos hacen: el cine, la zona ZEC, una fábrica de chocolate rusa, me da que todo eso es una filfa para callarnos la boca. Yo lo que veo es que los canarios nos hemos convertido, a tenor de lo que veo en Cataluña y en Euskadi, en unos cabestros, en unos mansos. Aquí habría que sacar la garra, no esconderse.
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