Acaba de publicar mi nonagenario amigo Carlos Acosta García, cronista de la Villa y Puerto, un libro con sus breverías. Un libro en cuya edición han participado mi viejo compañero en el baloncesto Álvaro Fajardo, Hugo Luengo y otras personas y empresas patrocinadoras. Yo admiro mucho el ingenio y la lucidez de Carlos, por eso me voy a referir a una de esas sentencias, que me ha gustado mucho. Dice así: “Si tanto temor tienes a caerte desde lo alto, ¿por qué te empeñas a subir tan arriba?”. Seguir la senda de Ramón no es nada fácil, porque el maestro inventó las greguerías y Carlos lo que ha hecho, humildemente, es rondar en los pensamientos del más grande. El libro es una delicia, la edición me parece audaz (por el formato) y eso de que “todos somos otoño, día más, día menos”, me resulta espléndido, sobre todo porque yo odio el otoño, el propio y el meteorológico. Carlos ha enseñado a miles de personas, no sólo a leer y a escribir, sino a interesarse por su tierra. Lector infatigable, ha hecho ascos al ordenador y es de los pocos mortales que trabaja con una Olivetti, o la que sea, pero no observo ninguna brevería dedicada a la máquina de escribir, que es el esqueleto del ordenata. “Parece lógico que en el comedor escolar se ofrezca a los alumnos sopa de letras”, dice Carlos en otra de sus frases, que son amables, prudentes y lógicas, tres cualidades que en la escritura actual se echan de menos, porque hoy casi todo es soez, inapropiado y aburrido. Carlos Acosta ha presentado ya su libro, que me envía por correo y que le agradezco, porque me ha hecho pasar un buen rato leyéndolo. Así que felicidades, amigo, y a seguir esa producción inagotable. Yo de mayor quiero ser como tú.