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Como el Llanero Solitario

En cierto modo, lo mío será una consecuencia de haber leído tantas veces las aventuras de El Llanero Solitario, el personaje creado por Frank Striker. The Lone Ranger es un ranger de Texas enmascarado, que cabalga en compañía del indio potawatomi llamado Toro (Tonto, en la versión inglesa) y que imparte justicia disparando balas de plata. Pues bien, desde hace muchos años, las llaves que arrancan todos los coches que he tenido (que han sido varias docenas) llevan consigo llaveros de plata. No me pregunten el porqué de la anomalía síquica entre la plata y yo, pero es así. Pienso que si el coche no lleva un llavero de plata caerá sobre mí la mala suerte. En la mala suerte creía Alfonso Polla, un personaje gomero que llevé a uno de mis cuentos, que veía a la Virgen. Eso de ver a la Virgen es muy español. Cubillo me dijo una vez que la Virgen de Lourdes no existió nunca, sino que los pastores se confundieron y lo que veían era una señora de allí, que paseaba tranquilamente en la puesta de sol. Pero luego el jodido cambió de opinión y cuando se le acercaba la hora de dar el toletazo se desdijo y confesó que lo de la señora había sido una invención suya y que no renegara de su parte de la madre de Dios. Cubillo me contó una anécdota de su amigo Martín Tabares, paz descanse también, en Nueva York. Iba Martín por la Quinta Avenida, se cruzó con un chino, le agarró la cabeza y se dirigió a los transeúntes más cercanos, con la cabeza del chino agarrada: “Oigan, ¿dan algo para el Domund?”. Que yo sepa, ningún chino, gente pacífica donde las haya, se le reviró. Lo digo en estos días, que se celebra el viejo Domund.

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