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El ejemplar trabajo con migrantes del Buen Samaritano

Ayer se inauguró en Güímar el espacio de capacitación y acercamiento al medio natural que el padre Pepe, de Añaza, impulsa sobre los 15.000 metros de la finca escuela Dolores Gutiérrez, con medio centenar de migrantes llegados en cayucos
El ejemplar trabajo con migrantes del Buen Samaritano
Foto: Sergio Méndez

“Hagamos de la Tierra un lugar bonito para todos” es el eslogan de la Fundación Canaria El Buen Samaritano, que le viene al pelo ahora que acaba de inaugurar en Güímar la finca escuela Dolores Gutiérrez, nombre de la señora que cedió este terreno abandonado de 15.000 metros cuadrados que desde finales del año pasado ha comenzado a convertirse en un vergel y camina para ser también un albergue-escuela.

José Félix Hernández, el padre Pepe, el de Añaza -también es párroco en Los Gladiolos, nos recuerda-, como le conoce todo el mundo, es el gran impulsor de este proyecto solidario destinado casi en exclusividad a aquellos migrantes que llegaron a las islas desde África en patera o cayuco, desde Marruecos o desde Senegal. En la actualidad la fundación tutela a 52 migrantes y una docena de ellos aprenden agricultura, carpintería y construcción en la finca escuela inaugurada ayer, mientras que los otros, ya con papeles, ya están trabajando a la espera de “emanciparse”. Muchos de ellos llegaron como menores no acompañados y hoy, como adultos, se forman para salir al mercado laboral. “El proceso de aprendizaje”, dice el padre Pepe, “termina a los tres años, pero antes, si se logran los papeles, que es lo más latoso, tienen trabajo seguro; nos los quitan de la mano, sobre todo para trabajos en plataneras. Si Extranjería trabajara mejor, todos estos chicos ya estarían trabajando en agricultura, lavandería en hoteles, restauración, aluminio o construcción. No están demandando chicos para trabajar, pero muchos están estancados por la falta de papeles”, señala.

La finca escuela, situada muy cerca del Monasterio en el Camino de El Socorro, cuenta con espacios verdes con arboleda, áreas de descanso, un centro de formación y un área con cabañas hechas por los migrantes y cooperantes con material reciclado. El objetivo de esta finca escuela es el de promover la formación y la empleabilidad de la población impartiendo cursos con los que obtener certificados de profesionalidad, a través del Servicio Canario de Empleo, tales como el CP de Agricultura Ecológica de Nivel 2, el CP de Cultivos Herbáceos de Nivel 2, el CP de Actividades Auxiliares en Agricultura de Nivel 1 y el CP de Interpretación y Educación Medioambiental de Nivel 3. Todo ello sin olvidar el aprendizaje del español e incluso teatro.

El alumnado recibe formación básica en agricultura, en labores tales como labranza, siembra y regadío de la tierra, cultivos rotativos, manejo de utensilios agrícolas y aspectos medioambientales, además de cómo tratar los productos y cómo cocinarlos. Todo lo cosechado, por otra parte, se distribuye entre los migrantes que viven en pisos tutelados por la Fundación, pero también se venden en el mercadillo de Añaza o se distribuyen entre las familias más necesitadas.

Del mismo modo, se imparten talleres ocupacionales vinculados al medio natural y trata de acerca las tradiciones y costumbres populares canarias a los centros educativos y vecinos que deseen desarrollar en sus instalaciones actividades de ocio y tiempo libre. Se trata de explotar la finca también como un espacio medioambiental, con cabañas de hospedaje.

Fundada en 2017

El padre Pepe fundó y preside la Fundación El Buen Samaritano desde 2017, gracias a las contribuciones desinteresadas de la comunidad cristiana, con las que pudieron 15 chicos migrantes costearse los pasajes para reunirse con sus familias, residentes en la Península y otros países de Europa, pero ahora, nos dice el párroco “muchos quieren quedarse aquí, porque les gusta el clima y están a gusto en Canarias, aparte de que tengan o no arraigo familiar en otros lugares, aunque lo primero que hacen cuando ganan su primer sueldo, una parte importante va a su familia”, comenta. Uno de los chicos, por ejemplo, ya ha conseguido entrar en el equipo de lucha Los Campitos y otros, como Pape, espera que algún equipo de fútbol le de una oportunidad. Pero para ello, como para formalizar un contrato laboral, hay que esperar por los papeles. “Es una lata”, reconoce el padre Pepe, que no tiene reparos en considerar una discriminación con lo que ocurre con la llegada de los sudamericanos: “No sé la estadística, pero estos llegan en avión de turistas y no tienen problemas para quedarse aquí, mientras los que llegan por mar, después de nueve días de navegación desde Senegal, tardan años en lograr la documentación, si antes no son expulsados o encarcelados, como algunos que tuvimos acusadso de ser patrones de cayucos, cuando era falso”, nos dice con crudeza. “Es verdad que estamos más cerca culturalmente de los sudamericanos, pero no podemos dejar atrás a los africanos, que son también hijos de Dios”, descartando que haya incongruencia con que una fundación cristiana ayuda a jóvenes mayoritariamente musulmanes. “No es ningún impedimento para que podamos convivir, la convivencia es fantástica, como ocurre en Senegal, que sabemos por nuestro proyecto intercultural allí”.

Insiste el padre Pepe que “en migración no estamos haciendo las cosas bien, porque solo tenemos que contemplar la realidad de la sociedad envejecida para saber que podríamos generar oportunidades a todos estos jóvenes y egoístamente para mejorar la sociedad occidental, con tan baja natalidad”.

Y preguntado por la crisis migratoria actual, con la llegada de miles de senegaleses a El Hierro, el padre Pepe señala que “han dejado de venir de Marruecos y Mauritania y saben que con mejores motores pueden llegar, aunque tarden nueve o diez días, a Canarias. La costa de Senegal es muy larga pero no solo vienen migrantes de Senegal, sino de países como Malí, Gambia y hasta Costa de Marfil o Sierra Leona. Son muy pobres y la migración es un reclamo”.

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