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Juan Luis Arsuaga: “La gran pregunta es si la evolución es un proceso continuo o gran parte del tiempo no ocurre nada hasta que aparecen diseños revolucionarios”

El paleoantropólogo ha visitado Tenerife para presentar su libro 'Nuestro cuerpo. Siete millones de años de evolución'
El paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga ha participado esta semana en un encuentro con sus lectores en El Sauzal. / Carlos Ruiz

Por decirlo de alguna manera, Juan Luis Arsuaga (Madrid, 1954) no ha escrito este libro desde un despacho universitario, ni al pie de yacimientos arqueológicos y paleontológicos como los de Atapuerca, en Burgos. Ni siquiera, aunque casi, desde el interior de un museo de ciencias. El conocido paleoantropólogo y divulgador científico ha entrado esta vez -y no ha sido la primera, ni mucho menos- en el Museo del Prado para dar forma a Nuestro cuerpo. Siete millones de años de evolución (Ediciones Destino, 2023). Se trata de una obra que indaga, de una manera especialmente original, en la anatomía de todos nosotros. Y por supuesto que en ella hay ciencia, pero también literatura, filosofía, historia y arte. Sobre todo, mucho arte.

La escultura del Diadúmeno de Policleto que se muestra en el museo de la capital de España podría ser el inicio del viaje que plantea Arsuaga al lector. O también la de la Venus del Delfín, que se exhibe en una sala aledaña. En todo caso, de lo que se trata es de conocer un poco más esa máquina que nos envuelve, cómo se transformó hasta ser lo que es hoy y, no menos importante, reflexionar acerca de la manera en la que la hemos representado artísticamente a través de los siglos.

Juan Luis Arsuaga estuvo esta semana en Tenerife. Invitado por la librería El Barco de Papel, de El Sauzal, presentó el viernes su nuevo libro y mantuvo un encuentro con los lectores en el Centro de Usos Múltiples de Ravelo. Allí, el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica de 1997 (junto a todo el equipo de investigaciones de los yacimientos pleistocenos de la sierra de Atapuerca) mostró las diferentes formas que adopta su pasión por el conocimiento. Que se llaman investigación y divulgación.

-‘Nuestro cuerpo’ es una exploración por la anatomía del ser humano sirviéndose de la historia del arte. ¿Cómo surge esta reflexión sobre el ‘Homo sapiens’ partiendo de un museo de arte y no de uno de ciencia?
“He escrito este libro porque no existía. Nadie lee un libro de anatomía, salvo que se tenga que examinar, igual que nadie lee una guía telefónica. Suelen ser atlas muy técnicos. Obras ilustradas donde se ve el cuerpo humano y aparecen flechas y nombres. Me pareció que era necesario escribirlo y, además, que fuera un libro literario. Que se pudiera leer desde el principio y hasta el final. Para hacer literatura con la anatomía me he apoyado en el arte, en la historia de la ciencia, en el deporte, en la evolución. Por ejemplo, me extiendo mucho en la circulación de la sangre, cuyo descubrimiento es casi una novela, un thriller. Hoy la gente sabe de anatomía gracias al deporte. El conocimiento de los propios corredores, sobre lesiones, sobre la anatomía del pie…, me supera. Son, en definitiva, cuestiones mucho más cercanas para todos que me han permitido, como si fuesen hilos, ir tejiendo este libro. Una obra que tiene muchas hebras, pero que, quizás por eso mismo, se puede leer”.

-El subtítulo, ‘Siete millones de años de evolución’, nos da una idea de que ha sido un proceso constante pero lento, al menos para la escala temporal en la que solemos movernos. ¿Cuáles han sido los grandes saltos evolutivos, las innovaciones más revolucionarias que ha tenido?
“Ese es un gran debate científico que no solo afecta a la evolución humana, sino a la evolución en general. Cómo aparecen las grandes novedades evolutivas, los grandes diseños; cómo surge un cetáceo, cómo surge un murciélago, cómo surge un ser humano… Son diseños revolucionarios, cambios de gran escala en la evolución. El gran debate de nuestro tiempo en paleontología es si eso responde a un proceso continuo, gradual, que sería la idea de Darwin, o si hay cambios de velocidad. Es decir, si en gran parte del tiempo no ocurre nada relevante en la evolución y luego, de cuando en cuando, aparecen nuevos diseños. Aunque ese de cuando en cuando corresponda, a lo mejor, a tres millones de años. En mis clases suelo decir que en la evolución humana se distinguen varios cambios, pero no demasiados. Tenemos cuando nos separamos del chimpancé, luego vendría el Australopithecus, más tarde el Homo erectus y, posteriormente, el último gran cambio, el Homo sapiens. Podríamos hablar de cuatro etapas en la evolución, pero dentro de ellas, las modificaciones son de menor entidad. La evolución humana se puede relatar como un proceso de cambios relativamente rápidos que tiene lugar durante mucho tiempo”.

“Nadie lee un libro de anatomía, como nadie lee una guía telefónica; yo quise escribir uno que se leyese desde el principio y hasta el final”

-Mucho más cercana que esa transformación es la relativa a la representación que hacemos de nuestro propio cuerpo.
“En esencia, la historia del arte es la de cómo ha cambiado la representación del cuerpo humano. Por tanto, es un maravilloso tratado de anatomía en el que nos podemos apoyar para explicar la nuestra. Si nos vamos al ideal clásico, al canon, observamos cambios con las modas: más grasa o menos grasa… El ideal clásico de los griegos para el cuerpo masculino no es especialmente musculoso. Si lo trasladamos a la actualidad, más que en un levantador de pesas en un gimnasio, lo encontraremos en cualquier joven que juegue en un equipo de fútbol de tercera división. La representación del cuerpo de las mujeres se ha modificado más a lo largo de la historia. Ahora son más delgadas, más atléticas como ideal. Aunque no podemos afirmar que exista un modelo canónico, aprecio más cambios entre la mujer moderna y la Afrodita griega que en el hombre actual y el canon de Policleto”.

-¿Y si hablamos de nuestra anatomía y su representación, qué singularidades hallamos?
“El cuerpo humano tiene muchas singularidades porque somos bípedos, pero hay una muy particular en lo que se refiere a la anatomía artística. Los animales no muestran sus genitales, son cuadrúpedos. Pero cuando el ser humano se pone de pie, los genitales están a la vista. Esa es una particularidad a la que han debido enfrentarse los artistas”.

-Parece una paradoja que en una época que, entre otras cosas, se caracteriza por el ‘culto al cuerpo’, muchos ignoramos cuestiones esenciales de este traje que vestimos. ¿Nos ganaban de calle los antiguos griegos en ese conocimiento?
“En general, sabemos muy poco. El desconocimiento es casi absoluto. Los griegos conocían la anatomía porque, para empezar, les parecía que el cuerpo, el masculino y el femenino, era algo bello a lo que había que rendir tributo. El ser humano era la escala, la medida de todas las cosas. Era la vara que medía lo que era bello y proporcionado y lo que no. Diría que tenían una relación más natural con el cuerpo, menos complicada, que nosotros. El paso del tiempo y la aparición de la cuestión religiosa, con el pecado y todas esas ideas, hicieron que la relación fuera más conflictiva, más difícil y, por lo tanto, se tendiese a ignorar el cuerpo. Esto impidió que, como con los antiguos griegos, el vínculo fuese sano, normal, sencillo. Aquí entran los prejuicios y los tabúes. Pero esto está cambiando. No me refiero a la existencia de un modelo de cuerpo ideal o a la aspiración de tenerlo, sino a una conexión con nuestra anatomía mucho más natural. La práctica del deporte se ha extendido. Antes muy pocas personas se dedicaban a hacerlo. Aunque siempre están las contradicciones y la obesidad también se extiende: cada vez comemos peor y nos movemos menos. En todo caso, estamos recuperando la conciencia sobre nuestro cuerpo, de que tenemos y de que somos un cuerpo”.

“Queda mucho por explicar del cuerpo humano; la postura bípeda, el clítoris y el nodo sinoauricular son algunos ejemplos”

-¿La evolución tiene sentido del humor? ¿Existe alguna parte de nuestra anatomía que podría considerarse, a grandes rasgos, innecesaria?
“No. Todo tiene una función. Lo que no posee una función mecánica, la tiene estética. Lo que sí que es cierto es que el cuerpo humano sigue siendo un misterio. Describimos muchas partes de la anatomía, las contamos, explicamos sus funciones, pero aún desconocemos, en muchos casos, por qué han aparecido. Empezando por la postura bípeda. Hay tantas teorías para argumentar cómo surgió, que eso nos viene a decir que seguimos sin aclararnos. Y así, con muchas otras partes y regiones. Nos queda mucho por explicar. Cada vez conocemos mejor el cuerpo humano, pero aún debemos conocer cosas muy importantes. Por poner otro ejemplo: el clítoris. Hasta hace nada, no se había estudiado. Podríamos hablar también, qué se yo, del nodo sinoauricular, que es el que hace que el corazón lata, o del funcionamiento del cerebro. En materia de neurociencia queda mucho camino por delante…”.

-La inmortalidad es un sueño que recorre la historia del ser humano. ¿Es una utopía pensar que la ciencia pueda llegar algún día a convertir a esta maquina en algo tan perfecto como para que jamás se detenga?
“Sí, es una utopía absoluta. Es un sueño muy popular. Hay dos formas de hacer un bestseller: una es recurrir al catastrofismo. Si alguien escribe un libro en el que se cuenta que las máquinas van dominar al ser humano y lo esclavizarán o lo exterminarán en un futuro más o menos cercano, probablemente tenga éxito. El miedo vende. En el lado contrario, aunque de forma similar, la utopía de que nunca moriremos también vende. De manera que la inmortalidad y el horror resultan muy comerciales. Sin embargo, la verdad no se encuentra en ninguno de esos dos extremos. Ni vamos a acabar dominados por las máquinas ni llegaremos a ser inmortales. Lo que sí que va a pasar, y está pasando, es la mejora de nuestra calidad de vida. Es una obviedad, pero es algo que tiene que ver no ya solo con que vivamos más años, sino que desarrollemos nuestra existencia en mejores condiciones. Hoy operarse de cataratas es algo prácticamente trivial, pero hace tan solo una generación sufrir esta dolencia era el equivalente a la ceguera. Se avanza mucho y muy rápido en la mejora de la calidad de vida, pero de ahí a la inmortalidad hay una distancia inmensa”.

Juan Luis Arsuaga recorre en su libro la anatomía humana a través del arte. / Carlos Ruiz

-Usted ha señalado que se lo ha pasado muy bien en el proceso de escritura de este libro. ¿Cómo se relacionan en su caso la investigación y la divulgación?
“No establezco ningún tipo de separación entre investigar y divulgar. Para ambas siempre es necesario intentar tener un punto de vista original, un modo de ver las cosas distinto. De lo contrario, en realidad lo que estás haciendo es un manual. Además, en la investigación, si lo que escribes es algo ya sabido, pues, lógicamente, nadie te lo publica. Las revistas científicas buscan novedades. Es decir, siempre debes aportar una perspectiva diferente a la materia de estudio. Has de hallar algo nuevo o que no se había dicho hasta ese momento. Cuando investigo, procuro mirar donde nadie ha mirado y cuando divulgo, pretendo hacer lo mismo: aportar una serie de visiones que hasta la fecha no se habían trabajado. Por eso creo que los libros que he escrito no son obras planas, trabajos que se limitan a repetir una doctrina, sino que hay en ellos una mirada, un punto de vista personal, como puede ser en Nuestro cuerpo. Siete millones de años de evolución. Libros que hablen sobre esta cuestión hay infinidad, pero yo quiero creer que este logra mostrar la anatomía humana desde otro ángulo”.

-En esa creencia que concibe el mundo de la ciencia como un campo inescrutable para los legos, ¿quién tiene mayor responsabilidad, el ciudadano de a pie o los investigadores?
“Nadie puede escribir nada interesante, como digo, si no tiene un punto de vista original. Esto para empezar. La divulgación concebida como libro de texto, para entendernos, en la que se cuenta lo que ya se sabe, en la que se vuelve a trasladar el conocimiento transmitido, es un ejercicio muy redundante. Es hacer lo que ya está hecho. Entonces, y no es sencillo, de lo que se trata es de esforzarse para encontrar una manera nueva de contar las cosas. Y también de plantear una propuesta. Decir, por ejemplo: ‘Ya sé que hay una gran cantidad de manuales de anatomía, se han escrito muchos y continúan escribiéndose. Pero yo lo que te ofrezco es otra cosa. Te estoy proponiendo una mirada diferente hacia la anatomía, otra mirada que es la mía’. Dicho de otra forma: yo no he confeccionado, no he construido un libro de anatomía pensando directamente en el lector, sino que le estoy contando cómo yo contemplo esa cuestión. Por eso digo que no existe demasiada diferencia para mí entre investigar y divulgar. O sea, no he ido al Museo del Prado para escribir este libro. Yo ya iba al Museo del Prado y por eso he escrito este libro. En definitiva, los libros que uno escribe son como uno es. Si uno es aburrido, pues probablemente sus libros serán aburridos. Si uno es inquieto y busca fórmulas nuevas, sobre todo para uno mismo, casi seguro que lo que haga será distinto”.

LOS PRIMEROS HOMBRES Y MUJERES QUE HABITARON EUROPA

Paleoantropólogo y divulgador científico, vicepresidente de la Fundación Atapuerca, codirector de las investigaciones y excavaciones de los yacimientos de la sierra de Atapuerca y director científico del Museo de la Evolución Humana de Burgos. Con decir mucho, este perfil no llega a mostrar con exactitud en qué ha consistido y consiste la trayectoria profesional de alguien que se llama Juan Luis Arsuaga Ferreras. Si, por ejemplo, uno acude a la Wikipedia, esa especie de sustitutivo de la memoria humana y de las bibliotecas -siempre que confiemos en el inextricable universo de unos y ceros, eso sí-, encuentra que ya en 1993 su fotografía ilustró la portada de la revista científica Nature, a raíz de un artículo sobre el hallazgo, un año antes, del cráneo humano más completo del registro fósil de la humanidad, el cráneo número 5, perteneciente a un Homo heidelbergensis. Miguelón, que así lo llamaron en honor al ciclista Miguel Indurain, fue descubierto en la Sima de los Huesos de Atapuerca, un lugar absolutamente emblemático, esencial para el conocimiento acerca de los primeros seres humanos que poblaron Europa.

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