La referencia ética, especialmente en tiempo de crisis general como el que vivimos, aparece ante nosotros con gran fuerza. Frente a la amarga realidad que nos rodea, frente a lo que es, a lo que observamos en la cotidianeidad, que seguramente provoca el rechazo y la censura de no pocos, está lo que debe ser. En efecto, lo que debe ser de acuerdo con los postulados de la recta razón nos interpela seriamente para reflexionar acerca de lo que está mal en el sistema político, económico y social de este tiempo. En efecto, hay comportamientos y conductas, no pocas, que se separan del ideal de vida que nos transmite la referencia ética como, por ejemplo, estafas, fraudes, cohechos, prevaricaciones…en el ámbito público. Y también en el ámbito privado, especialmente en el de las instituciones económicas y financieras, dónde observamos también no pocos comportamientos inapropiados e inadecuados.
Comportamientos, en todo caso, de personas constituidas, tanto en el sector privado como en el público, en autoridades, en dirigentes de los que se espera ejemplaridad y buena administración. En nuestro tiempo nadie duda de que la referencia ética es una señal configuradora de un planteamiento más global. Se trata, no de una mera especulación o de una erudición academicista. La referencia ética es la clave para orientar los comportamientos de las personas hacia los criterios de la recta razón. Además, debe ser una Ética para la vida, para la práctica, lo cual no es asunto menor. Se habla mucho de los derechos humanos y, sin embargo, nos invade un mundo en el que avanza la desigualdad. Se habla mucho del problema del hambre, pero desgraciadamente no disminuye. Se insiste tanto en la protección ambiental y, sin embargo, falta todavía una sensibilidad elemental.
Se habla, en fin, de los derechos de la mujer y, sin embargo, el panorama general no deja de ser francamente desalentador. Se habla mucho de responsabilidad social corporativa y nunca las empresas, sobre todo en el ámbito financiero, han exprimido más a los ciudadanos con tal de obtener pingues beneficios. El urbanismo, otrora uno de los sectores más propicios para la racionalización en el uso del suelo es hoy el principal espacio para la corrupción. En este contexto, frente a los ídolos caídos ha surgido la Ética como una posible solución. Sí, es verdad. Pero en mi opinión, esa ética de la que todos hablamos, exige que la nueva sociedad mundial que estamos alumbrando sea una sociedad a escala humana en la que prevalezcan la libertad, la igualdad y la solidaridad. Realmente es bien importante que los Poderes públicos sean más sensibles ante los derechos humanos y, por ello, que asuman una referencia ética en su actividad.
Sin embargo, como nos recuerda Adela Cortina, los dirigentes públicos no son agentes de moralización en una sociedad pluralista como tampoco es el Estado el guardián de la ética. Sin embargo, es necesario que políticos y funcionarios tengan, como regla, un comportamiento profesional y personal íntegro e irreprochable pues son los representantes de los ciudadanos en el primer supuesto y, en el segundo, los encargados de ejecutar la ley. En este marco, se está cumpliendo la terrible profecía lanzada en 1985 por el Club de Roma en su informe anual: “Podría haber un brillante y satisfactorio futuro si la humanidad tiene la sabiduría de avanzar y enfrentarse a las dificultades que le acechan y, si no lo hace, una lenta y dolorosa decadencia se producirá”. Es cierto, el gran reto se encuentra en hacer una sociedad más humana, aprovechando toda la creatividad que sea posible, y apostando de verdad por una educación y una enseñanza en los valores humanos, que sea de calidad y que ayude a la verdadera transformación de la sociedad. La ética, por tanto, como ciencia, se enmarca en estas consideraciones, y proclama una serie de criterios, derivados de la recta razón, para la conducta, para el mejor comportamiento de las personas.