Yo bloqueo las llamadas de los teléfonos que no tengo registrados pero contesto las denominadas de número desconocido, porque un amigo usa ese sistema y a ese le tengo que contestar. El otro día me contactaron de una consultoría legal, a ver si me quería abonar a sus servicios, que no dudo que serán de utilidad. El hombre era muy amable, pero noté que dudaba cuando le dije que no conocía esa empresa, por otra parte muy jaleada publicitariamente en todos los medios de comunicación. Yo siempre utilizo la misma cantinela: “Mire, yo soy una persona mayor y huraña, un viejo medio loco, al que ya no le interesa nada más que morirse”. Es relativamente mentira, pero los llamantes se quedan desnortados cuando les largo la perorata. Se chafan, los pobres. Bueno, pues di mi discurso, pero se ve que el presunto abogado era bastante alegantín, porque insistía: “Mire, le defendemos ante un litigio con seguros privados, con la administración, en fin”. “Oiga usted, señor”, le respondí, “yo el único seguro que debería suscribir es el de decesos, pero soy tan viejo que ni siquiera ese me lo ofrecen las compañías, porque hacen los cálculos y me saldría a 1.000 euros al mes”, con lo que al hombre le sobrevino un ataque de risa, se atragantó y empezó a toser tan fuerte que hasta a mí, que era quien aguantaba al latoso, penita me dio. Cada día recibo llamadas, ya no de los acreedores, que han muerto o están agotados, sino de esas empresas de servicios y de cuotas mensuales que te vuelven loco. Pero he aprendido a quitármelas de encima y, sobre todo, acudo al sistema del bloqueo del móvil, que no falla, es lo mejor que se ha inventado. Además, los jodidos siempre llaman en la siesta.
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