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Maxwell

El otro día vi dos reportajes -creo que de la BBC- sobre la familia Maxwell, cuyo patriarca y empresario del periodismo murió en aguas canarias, en circunstancias o muy normales o muy trágicas. La calificación pónganla ustedes. Ya saben que, tras una cena en el Mencey, subió a su yate, el Lady Ghislaine, ordenó al capitán salir del muelle y cayó o se tiró por la borda, puede que intencionadamente, puede que tras sufrir un ataque al corazón, puede o no que provocado por el Mossad, el servicio secreto israelí, al que Maxwell había pertenecido en el pasado, o vaya usted a saber. A pesar de los esfuerzos del Servicio de Información de la Guardia Civil, que por entonces mandaba mi amigo el capitán Amador, un gallego de Xinzo de Limia, municipio de Orense que no está lejos de Portugal, nunca se esclareció aquello del todo. A lo mejor es que no le interesaba a nadie que se aclarara. En el reportaje aparece un Amador bastante joven, vestido con camisa amarilla, codeándose con la familia Maxwell. Sobre todo con su esposa y con su hija predilecta, Ghislaine, ahora con serios problemas judiciales en Estados Unidos, convicta, encarcelada y condenada a 20 años de prisión por casos de proxenetismo de altos vuelos. En fin, que Canarias se volvió zona de actualidad con la desaparición del magnate, en noviembre de 1991. Hace 32 años, casi nada; y parece que fue ayer. Maxwell no se llamaba Maxwell sino Hoch, era judío y fue enterrado en Jerusalén. Sus hijos fueron absueltos en Londres de mamarse las pensiones de sus empleados y aquí no pasó nada. Su imperio me parece que se liquidó, entre otros la joya de la corona, el Daily Mirror. Los reportajes están muy bien hechos, con imágenes inéditas. Qué tiempos aquellos en los que se hacía buen periodismo.

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