Hace mucho que no escribo sobre políticos. Aparte de que me aburren, no me dejan. Pero hoy me apetece echar una cana al aire en mi clausura de silencio y hablar de Rosa Dávila. No la conozco mucho, un par de conversaciones poco interesantes a lo largo de los años. Pero me da que está dando el callo como presidenta del Cabildo, después de un periodo en el que el Cabildo no hizo absolutamente nada por nada ni por nadie. Esta mujer se está dejando la piel en el cargo y eso gusta a la gente. A mí me gusta. Prometió en su campaña que iba a acabar con las colas en las carreteras tinerfeñas en seis meses. No lo hará en seis meses, pero lo va a conseguir a fuerza de imaginación y de iniciativa. Rosa es una clásica en Coalición Canaria y sabe hacer su trabajo, cualquiera que le encomienden. A mí me gusta verla en la presidencia del Cabildo de Tenerife. Es muy capaz y yo creo que cuenta con un buen equipo, tanto en su partido como en el otro de la coalición. Está en todas partes, no rehúye los actos oficiales, sabe lo que dice y quiere a la isla, o sea que tiene iniciativa, y la debe aprovechar, para salir airosa de su cometido, cuando acabe el match. Rosa tiene aspiraciones, supongo, es la primera mujer que preside el Cabildo tinerfeño y parece dispuesta a cumplir lo que promete. Para mí es suficiente y supongo que para los ciudadanos también. Así que me alegro de lo bien que lo está haciendo y la animo a que siga. Hacía tiempo que los ciudadanos no sentían a la institución insular como algo suyo, como algo que beneficia a todos. Al menos a mí me parece que el trabajo de Rosa es excelente, por el momento.
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