Un amigo mío, que viene de pasar unos días en Madrid, me define al país: “Tensión, noto tensión”. El insulto contumaz de unos contra otros y la división más que notoria y desagradable de las dos Españas causa ya sonrojo. No sé cómo nos estarán viendo desde fuera porque hace tiempo que no viajo y no pienso tampoco hacerlo, pero me da que, una vez más, estamos dando la nota. Que no se crea la derechona que si se repiten las elecciones -que no creo- los resultados iban a ser muy distintos. Lo que hay es lo que hay y la izquierdona tiene también gente muy hábil. Para mí, la época de Rajoy fue desastrosa, nos empobreció a todos, nos persiguieron a todos desde el poder, así que tampoco hagan de Rajoy un mártir, porque no lo es. Dicen que salvó al país del caos económico y de los hombres de negro de Bruselas, pero fue a costa de nuestros bolsillos. Al final, quien paga es la bendita clase media, que se han cargado entre todos y a la que le va a costar mucho coger de nuevo su sitio. Las crisis de los países modernos empiezan siempre por la destrucción de la clase media, que es la que paga los impuestos y los platos rotos de sus gobernantes, porque los muy pobres nunca pagan nada y los muy ricos tampoco. Es esta una ley tributaria no escrita, pero inexorable, que hace hueros todos los discursos en contrario. Claro que hay tensión en Madrid, que se nota más que la de aquí porque Madrid es más grande, pero es la misma. Vamos proa al marisco, pero esto se dice siempre. Siempre, menos en la época de Aznar, que tenía huevos pero se equivocaba en las guerras y cogió complejo de vaquero del Bush chico.
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