Tal y como está el país es normal que la inspiración del escribidor de todos los días caiga. Me ocurre a mí en estas fechas. Además del ajetreo de las fiestas, que ya ha comenzado, el sinvivir político de España influye en uno; y más -caso Alejo Vidal-Quadras- cuando siento que la vida empieza a valer mucho menos en este país. Teníamos una España que se había librado de los asesinos de ETA y se inaugura otra en la que actúan los sicarios de Irán, si es que fueron ellos quieres atravesaron la cara con una bala al político citado. A mí me da miedo viajar, en contra de una afición que me había durado hasta la pandemia: la de recorrer el mundo. El covid llegó a aterrorizarme de tal manera que ahora paso casi todo el tiempo de mi vida en casa, que es donde me siento seguro. Ya lo sé, debería acudir al siquiatra, pero nunca lo he hecho y para lo que me queda en el convento, me cago dentro. Parece mentira cómo la pandemia influyó en nuestras vidas. En mi caso, el covid hasta me redujo la miopía, que no es que fuera una cosa exagerada, pero ya veo la televisión sin gafas y sólo me pongo las antiparras para conducir. En cuanto a lo de viajar, por España, vale, pero quien se decida a volar, por ejemplo, a Nueva York, que prepare la cartera. Está carísimo todo, el precio de los hoteles se ha disparado y la comida circula por las nubes, así que les recomiendo que no vayan porque N.Y. se ha convertido en un engañabobos. Como ven, habrá que darle un recorte a la Navidad y a su cesta de la compra y a dejar el televisor de rigor para mejor ocasión. Peor imposible.
NOTICIAS RELACIONADAS