Por Manuel J. Lorenzo Perera* | El pasado 17 de diciembre de 2023, en la Asociación de Vecinos “Camino Tornero” de La Laguna, tuvo lugar el homenaje a Andrés José Antonio Hernández Carlos, cariñosa y popularmente conocido como Tonono. El evento fue amenizado por una parranda tradicional constituida por “Amigos de Tonono”. La numerosa asistencia al acto la conformaban, esencialmente, vecinos del barrio donde vivía Tonono y una nutrida representación de naturales de Icod el Alto (Los Realejos), lugar al que nuestro personaje acudió diversos años al objeto de colaborar y participar en las siegas festivas que se suceden anualmente. También proporcionó prestancia a la celebración la presencia de autoridades municipales de ambos municipios, La Laguna y Los Realejos.
Falleció Tonono el día 14 de octubre del 2020, contando con 72 años de edad. Transcurrieron algo más de tres años para que se le hiciera el reconocimiento. El dato suele ser pródigo. Hay personajes que se nos van por el “Caminito del Sol de los Muertos” y en su ausencia es cuando nos damos cuenta de la falta que nos hacen y del hueco que dejaron abierto, sin cerrar.
Tal es el caso de Tonono, hombre insigne al que conocemos desde hace muchos años y con el que compartimos algunos viajes, promovidos por la Sociedad Cooperativa del Campo “La Candelaria”, entre los que sobresalió el magnífico e irrepetible al archipiélago hermano de las Azores.
En el vídeo publicado recientemente sobre Tonono, se le llama “inolvidable agricultor y ganadero de La Laguna”. Efectivamente, Tonono sobresalió en las numerosas faenas agrícolas en las que era necesario el uso de la guadaña, el arado y, más recientemente, el tractor. Su destacada filiación al barrio ganadero de San Benito o de “los peludos” – tal como despóticamente se le denominaba en tiempos de mayor distanciamiento – lo relata el siguiente episodio que escuchamos contar al siempre querido e inolvidable Pedro Molina Ramos, quien en cierta ocasión preguntó a Tonono que cuando se iba a casar, respondiendo lo siguiente: “después de la sacada del estiércol”.
Pero además de haber sido un aventajado agricultor y ganadero, en Tonono destacan otros valores. Fue persona simpática, amable y muy cordial. Sus anécdotas, cargadas de humor, han sobrepasado el ámbito del sitio donde nació y vivió. Sirva como ejemplo lo acontecido en la población de Siete Ciudades, en la isla azoriana de San Miguel. Tonono, con otras personas, entre ellas nosotros, se encaminó a la pequeña y tradicional venta local, todo un museo etnográfico: le dijo a la ventera que quería un puro, una de sus pasiones junto a la de echarse las cuartas de vino con los amigos; la dueña de la venta, que como es lógico se expresaba en portugués, hizo como que no lo entendía. Tonono, para explicárselo, prodigó todo un ejercicio gestual que causó la risa y la admiración de los presentes.
En nuestra sociedad encontramos, siguiendo a los historiadores franceses de la “Escuela de los Agnnales”, tres clases de Maestros: los de los libros, los de la enseñanza y los de la Tierra. Tonono fue un gran Maestro de la Tierra. Un Maestro de la Tierra es una persona – hombre o mujer, muchas veces analfabeta – que atesora gran cantidad de conocimientos, estando dispuesta a comunicarlos y trasmitirlos para que no se olviden.
Tonono fue uno de esos Maestros de la Tierra. Recibió con mucho cariño y entusiasmo a los alumnos universitarios que acudieron a su casa al objeto de entrevistarlo. Quedaron admirados. Él fue el primero que nos dio luz sobre el canto de trabajo conocido como “rebuscando papas”, escuchado únicamente, que sepamos, en la zona de El Rodeo. Es uno de los tantos cantos de trabajo que tenemos en Canarias, posiblemente el país más rico del mundo en dicha materia: después de coger las papas, mujeres pobres, acompañadas de sus niñas, recorrían las tierras intentando localizar, con la ayuda de un sachito, las papas que quedaban ocultas en el terreno, al tiempo que cantaban, con la intención de favorecer las cosas, la siguiente coplilla:
“Maravaya, vaya, vaya,
el que busca siempre jaya”.
Me estoy imaginando a Tonono, sentado en el gran zoco celestial – una réplica del utilizado por los guayeros en las praderas de Los Rodeos – en compañía de quienes fueron sus compañeros, pidiéndonos que apoyemos nuestra agricultura y ganadería, así como a nuestra marginada y olvidada cultura tradicional, la herencia de nuestros padres y abuelos y la que más nos identifica y diferencia como Pueblo.
Vamos a cantarle a todos ellos la siguiente letrilla, interpretada a ritmo de “cogiendo higos”. Dice así:
“Este es el cantar señores,
el que se cantaba antes,
los costumbres de los viejos
no deben abandonarse”.
Que no nos falten los higos (“antes se comía muchos higos y mucho gofio”) ni la esperanza. Gracias por todo, Tonono. Hasta siempre.
*Premio Canarias 2022 de Cultura Popular