Añoro que Javier Zerolo viajara con el pasaporte caducado y fuera retenido por la Policía. Añoro que quien nos tenía que ir a buscar al JFK en su guagüita, Carlos, fallara a la cita porque estaba en el talego. Añoro la peluca de Jurjo, que era un camionero metido a periodista. Y también recuerdo a Carlos Agudelo, que era periodista de Billboard, metido a taxista. Y a su mujer, guapita. Añoro el Nueva York de Jessie Ramírez, a quien llamaban, nadie sabe por qué, el príncipe de la noche. Acaba de morir Fernando Campos a los noventa y pico, que era el alma de la ACE, cuyos premios llegaron a ser prestigiosos. Hasta Julio Iglesias y otras estrellas mundiales asistían a sus cenas de gala. Queda Félix Lam, que se acaba de jubilar de su trabajo y que sigue haciendo fotos para los periódicos neoyorquinos de habla hispana. No vive casi nadie de la Asociación de Periodistas Cubanos en el exilio, que presidía el extinto Antonio Acosta. Parece que su mujer tiene otro amor. Es ley de vida, ya lo dijo el propio Julio, unos que vienen y otros que se van. Falleció Lolita de la Vega, que fundó, con su esposo, una especie de Reader´s Digest en español, la revista Temas, que mi padre coleccionaba y encuadernaba. Le regalé ejemplares de los 50 a Lam, que se quedó encantado. Añoro la tienda india del aeropuerto Kennedy, donde me compré un Stetson y casi pierdo el avión. Añoro las cenas en el Victor´s Café, donde conocí y saludé a Roberto Mano de Piedra Durán, acaso el boxeador más legendario. Y, cómo no, los paseos a orillas del Hudson, escuchando Moon River en la voz de Sinatra, que amó tanto a Nueva York. Ah, y los desayunos –sin diamantes— en la Trump Tower, al lado de Tiffany&Co. Allí retraté a Claudia Schiffer. ¿Quieren más?