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El conejo me riscó la perra

El conejo me riscó la perra. El jurado de las comparsas del Carnaval de Las Palmas, el mejor del mundo, más famoso que el de Brasil y de mucho mayor prestigio que el de Venecia y que los del mundo entero, decidió otorgar el primer premio de interpretación a las cinco comparsas que participaban en el evento –vaya jodienda con el palabro— “porque el suelo estaba resbaladizo”. Toma, coño. Lo cierto es que en aquel escenario no se podía bailar, por causa de la maresía o de vaya usted a saber si alguien echó la pota en el tablao y lo puso perdido. La salomónica decisión ha sido causa de chanza en eso que llaman redes sociales. Si yo me hubiera imaginado la volada cuando fui miembro de aquel jurado de las murgas, en la noche de los tiempos, habría actuado en consecuencia. En aquella ocasión, los tres miembros del jurado Nicasio Ramos, Pepe Chela y un servidor, dijimos que las murgas eran todas muy malas y que premiábamos por ello a la menos mala, que no me acuerdo ahora cuál de ellas resultó ser. Reivindicábamos el espíritu trasgresor y crítico del Carnaval del Chicharro y les recomendábamos que no cantaran/contaran al público los sacrificios suyos y de sus familias; que si no querían ser murgueros que se fueran a cenar a un guachinche. La que se armó entonces fue de campeonato. Teníamos que haber hecho como en Las Palmas y darles un premio a todas. No sigo a las comparsas, ni a las rondallas ni, por supuesto, a las murgas. Pero me da que con respecto a estas últimas las cosas no han cambiado mucho. Además, ahora parece que copiamos a Las Palmas y organizamos otra gala drag aquí. Y los acusábamos de haberles fusilado los Indianos a los palmeros. El Carnaval del Chicharro está boquiando. Proa al marisco.

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