tribuna

El periódico de Fran Domínguez

Por Juan Ignacio Cabrera. | Han pasado ya unos cuantos días desde que se fue y todavía sigue siendo muy difícil pensar que ya no está entre nosotros. El fallecimiento del amigo y periodista Fran Domínguez nos deja a muchos una herida que tardará en cicatrizar. Su ausencia es más sonora si cabe porque él, que de una manera soterrada denostó las redes sociales, era uno de los tipos más sociales que he conocido. Siempre dispuesto a cruzar la isla, literalmente, para tomarse un café o beberse un vino, y charlar, y reír, sobre todo reír, porque de eso se trataba, de buscarle las vueltas al mundo a través del humor y la parodia. Un día, en un tono muy serio, siendo aún adolescentes, a Chago Toste y a mí nos pidió que nos quitáramos la máscara. Yo no llegué a entenderlo del todo, pero ahí ya estaba Fran Domínguez, intentando decirnos que la vida es una engañifa.

Pero Fran Domínguez también se ponía serio muchas veces. Sobre todo cuando nos hablaba del periodismo que quería hacer, o el que todos los del gremio debíamos ejercer. O, más bien, porque fue un profesional de un solo medio, del periódico que le habría gustado escribir. Fran Domínguez, que empezó en DIARIO DE AVISOS en la redacción del norte de la Isla y acabó como subdirector, aspiraba a hacer un periódico volcado en lo local. Fran Domínguez sabía que los periódicos locales o provinciales tienen futuro precisamente por su cercanía a los lectores, a los pueblos y a los barrios de su zona de influencia. Hace poco un directivo de Prisa me reconocía que los medios escritos con más estabilidad y futuro son los que se vuelcan en lo local, los que tienen cartografiados los conflictos y anhelos de los vecinos de un municipio, una comarca o una región.

Hoy las fuentes de información (o desinformación, pero ese es otro tema) se han multiplicado y diversificado hasta el extremo. Lo que en estos días escasea es precisamente la información rigurosa que sirva de contrapoder a los políticos locales y a los señores del dinero que los rodean, tan dados a anteponer sus intereses al bien común. Una información que contribuya a gestionar mejor estas islas nuestras, tan frágiles y dependientes, y que ayude a plantear seriamente sus conflictos, y que rehúya el sensacionalismo y la fácil adhesión del clic emocional. O la cobertura de personajes intrascendentes. A Fran Domínguez y a mí nos gustaba hablar de lo bien que lo hace La Voz de Galicia, que da la impresión tener un cronista en cada aldea de esa comunidad, por imposible que parezca. Él sabía que en ese periodismo local y cercano, el DIARIO DE AVISOS tiene mucho que decir.

Fran Domínguez también echaba de menos un periódico donde el papel y la web estuvieran más integrados. Y no donde cada equipo fuera por su cuenta, como una orquesta desafinada o mal avenida. Al papel le queda poco. Todos lo sabemos. Y el que no quiera asumirlo a estas alturas, mejor que se dedique a otra cosa. Y los medios de comunicación tienen que aprovechar el valor y el conocimiento de sus redacciones de siempre para seguir marcando tendencia en la web. Ese es su gran valor: el olfato, los contactos y la capacidad para contar historias de sus periodistas. Menos clickbait, que está al alcance de cualquiera, y más historias que interesen a los ciudadanos de Tenerife, de La Palma, La Gomera o El Hierro, y que sobre todo llamen la atención sobre sus problemas y propongan soluciones. Más historias que desenmascaren los intereses ocultos a la mayoría, o que hablen de la desigualdad, o de la penuria y el desamparo de los más débiles.

Fran Domínguez también era un tiquismiquis necesario del estilo, que se revolvía ante un titular confuso o un anglicismo gratuito. Y, llevado por su pasión por la Historia, tampoco daba crédito cuando una información se publicaba sin un mínimo contexto, o, peor aún, totalmente descontextualizada. En algunos momentos de su larga carrera en el periódico de su vida, Fran Domínguez, siempre tan enérgico y batallador, bajó los brazos y se conformó. Me consta. Pero siempre volvía a resurgir. Y, por lo que me cuentan, en las últimas semanas en la redacción, ya con la enfermedad acechándolo, siguió enfadándose cuando algún incompetente se cruzaba por el camino y luchando por ese periódico que siempre tuvo en mente.

El Fran Domínguez dicharachero y guasón que tantas veces encontrábamos en la plaza del Quiosco de La Orotava, que nos hizo pasar tantas buenas sobremesas en los guachinches del norte, y con el que nos desternillábamos en alguna fiesta entre amigos, oyendo sus historias de Saso, el alcalde eterno del norte, o del actor local David Carpenter, el “Tarzán de La Orotava”, una figura que se propuso rescatar en forma de documental, siempre se puso serio y se mostró combativo cuando tocaba hablar de periodismo. O, más bien, del periódico que él soñaba.

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